Recuérdame

«Recuérdame, maldito gilipollas». Esa será definitivamente la frase que ponga en mi epitafio. Ya me gustaría poner algo a la altura de la genialidad de Groucho Marx, pero no me merezco tan ilustre distinción.

Recuérdame, maldito gilipollas cuando conozcas a alguien y le des tu corazón sin pensar en las consecuencias. Recuérdame que la amistad no es una de esas cosas que ya no utilizas y la regalas por cuatro perras en Wallapop. Rercuérdame, maldito gilipollas cuando estés en medio de un conflicto y se te ocurra meter las narices y oler la mierda en culo ajeno. Tú solo te perteneces a ti mismo. Recuérdame, maldito gilipollas cuando intentes morderte la lengua y no escupir todo el dolor que llevas dentro y solo quien te conoce de verdad, sabe lo que será de ti en tus próximos meses de vida. Recuérdame, maldito gilipollas cuando creas que todo el mundo tiene derecho a opinar sobre tu vida privada por culpa de tu enorme y estúpida bocaza. Sigue creyendo en los demás y en su capacidad para no utilizar tu vida, tus secretos y confesiones íntimas en el arma de destrucción masiva y eterna de tu esperanza en la raza humana.

Pero sobre todas ellas, recuérdame maldito gilipollas cada vez que si quiera pienses en publicar en las redes sociales la rastrera y patética forma que tienes de dar pena a los demás y necesitar en tu alma de Lucifer, el beneplácito y la palmadita en la espalda de quién crees parte de tu vida. Tú, maldito gilipollas, tú eres lo importante y solo tu FAMILIA, la que nunca te va a abandonar y siempre va a estar ahí; tus AMIGOS de verdad, que no se casan con tus lágrimas ni mendigan tu amor, diciéndote todo lo que haces mal y sobre todo, esos que son tus amigos tanto arriba como abajo de la ola. Sin condiciones, con tus defectos por encima de tus virtudes y no esa exaltación de la amistad barata cuando bebes de la cerveza casera del engaño que crean para embriagarte; y sobre todo, en tu mujer, maldito gilipollas, la verdad por encima de todas y la que te da dos bofetones de realidad cada vez que te vas a Mordor, Westeros o Howarts. No puedo obviar a mis hijas, una que me da diez vueltas con tan solo 16 años y otra que con tan solo 2, te muestra a través de su sonrisa lo que es la pura realidad del amor y la verdad que tanto añoramos los adultos: la inocencia.

Esta última, en cierto modo, no la he perdido. Por ella y por mi puto afán de amar a los demás por encima mío, son las que te han llevado ahora mismo a teclear esto a las 2:00 pm de un puto 3 de agosto de 2019 con un Gin Tonic de por medio. Ahora podría estar tranquilamente terminando el sexto capítulo de una historia que solo se lee la gente más fiel, esa que para mí es un tesoro sin parangón y que abultan mi alma como si fueran tres millones.

Sin embargo, hay cosas que no te voy a pedir que me recuerdes, maldito gilipollas. Yo soy yo, así, sin tapujos ni medias tintas y me suda los santos cojones que la gente se ria de mí por mi espontaneidad, mis locuras, mis gilipolleces o lo que sea. No lo hago por caer bien a nadie, soy así. Y sí, yo a eso le llamo valentía, tan cobarde que soy. Tengo sentido del ridículo y no me afecta lo que digan los demás. Las carencias de uno mismo, no se escupen en el plato del de al lado para intentar envenenar su alma.

Asumo todos y cada uno de mis errores. OJO, no me estoy insultando para dar pena, es lo que soy: Soy un bocas, un payaso (con orgullo), un fiel seguidor de la diversidad y el respeto de los pensamientos ajenos (siempre que no atenten a la integridad humana), soñador hasta la cursilada, romántico hasta la contradicción más absoluta (viviendo en una montaña rusa de emociones cada cinco minutos…en esa atracción tengo pases gratuitos hasta que me muera). No soy perfecto ni quiero serlo, y por mucho que ladren, soy HUMILDE. Tanto, que por culpa de ello me tachan de pobre perdedor con falta de autoestima y necesitado de cariño como un perro abandonado. ¿Traumas? solo uno y ese no se lo deseo a nadie y es mío, solo mío. Me quiero (me gustaría estar como Momoa, pero esto no es DC) y mucho, me admiro en ciertas ocasiones y no peco de egocentrismo jamás, porque esa admiración la saboreo cuando veo que he ayudado a alguien, aunque sea simplemente por escucharle, aconsejarle o darle una puta pastilla para el dolor de cabeza. Los gestos, los inmensos gestos se concentran en pequeños botes de cristal de Bohemia y que solo unos pocos saben valorar y ver. Con vosotros me quedo: hoy, mañana y siempre. Sabéis quienes sois y jamás debéis echarme de menos. No hay veneno mortal sin el antídoto del amor.

Óscar Lamela Méndez

«Una nueva historia» Capítulo 5

Cuando tomas una decisión, debes estar seguro completamente. Apechugar con las consecuencias y por supuesto, no mirar atrás. Si lo piensas bien, ellas son las que rigen nuestras vidas…¿Hasta dónde serías capaz de llegar por amor?

¿Cinco?

¿Te has sentido alguna vez observado? ¿Parte de un proyecto secreto en el que eres una mera ficha de ajedrez? La manipulación puede ser uno de los instrumentos más instructivos para contaminar un alma pura. Aunque en realidad, desde pequeños, somos unos putos torturadores mentales. Pensarlo bien, con un simple llanto y la excusa de que “el pobre aún no sabe hablar y pide las cosas así”, ya tenemos a unos abuelos convertidos en zombis a nuestros pies. ¿Y si os digo que Juanma es algo más que la punta del iceberg de esta historia? A veces, una lección, puede tener cierto efecto boomerang.

Supongo que a estas alturas, las teorías habrán pululado por vuestra mente sin parar. Espero sorprenderos.

La sequedad de mis labios es una burda imitación de la desolación que habita en mis latidos. Cada uno de ellos se clava en mí, una y otra vez, recordándome lo que hice. Dudé de ella, del amor de mi vida. La persona que luchó contra viento y marea por defenderme ante los suyos, los míos y yo mismo. Esta ha sido sin duda mi “victoria” más amarga, la sentencia necesaria, el empuje justo para terminar lo que vine a hacer aquí hace unas horas.

Quizás, todo lo que he visto en esta extensión verde de muerte ficticia, sea eso, solo una fábula terrorífica de mi propio subconsciente que me ha torturado hasta estos instantes en los que, finalmente, me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. De lo amado que fui y lo poco que di.

Llorando, con el rostro macilento y sin apenas un atisbo de tristeza en él, Juanma escribía estas palabras en su diario. No era una terapia, era la suma de sus miedos intentando ser restados por la valentía y el valor suficiente para quitarse la vida. Era su castigo. Su verdugo y su propio juez. Ya no quería nada de nada, ni de nadie.

Antes de levantarse del suelo, echó una última ojeada a las tumbas que le rodeaban. La ironía se posó sobre sus hombros al sentirse arropado y rodeado por su familia antes del fatídico final. Lo había planeado de mil formas, todas indoloras. Sin embargo, después de los últimos acontecimientos, creía que debía sufrir, del mismo modo que su preciosa Verónica al ver que su amado la había repudiado a las primeras de cambio y sus malditos celos y desconfianza, la trataran como una cualquiera. Solo quería dejarse llevar y que el viento que soplaba tenue desde las llanuras, restregara su último suspiro como aquella prenda o utensilio que estuviste apunto de olvidar al salir de casa rumbo a tus vacaciones.

No puedo más que sonreír al recordar la escena. Tú y yo, en tu habitación, aprovechando que tus padres habían ido a Burgos y después de ver un cargamento de películas ñoñas que tanto te gustaban. Me miraste y me pediste que uniéramos nuestra sangre en un pequeño tarrito de cristal. Sabías lo que odiaba y lo furioso que me ponía el hacerme involuntariamente cualquier corte en las manos, pero tu sonrisa y esa mueca suplicante ayudada por tus labios, desarticulaba siempre mis defensas. Accedí, y ambos, como dos adolescentes de los años 80, nos hicimos un pequeño corte en la yema de los dedos corazón de las manos izquierdas. La sangre fluyó, imitando paradójicamente el mismo fulgor de nuestros juegos sexuales y llenamos aquel recipiente embelesados por la ilusión…Curioso, cómico, patético es el hecho de encontrarme en este paraje y haber decidido el cortarme las venas en una expresión personal de valentía y con cierto mensaje romántico para ti cuando encontraran mi cuerpo…si es que aquel brazo que aún a lo lejos veo balancearse, no es tuyo y sin embargo, ahora no tener el valor de hacerlo.

¿Será por eso que una parte de mí me susurró tu nombre antes de salir de casa? Adelfas, una serie de plantas comunes del género Nerium. Sí, esas flores rosadas y moradas que vemos tan a menudo en los jardines. Hace poco, buscando una alternativa a desangrarme vivo, busqué un veneno natural e inocuo por si no tenía los arrestos suficientes de apretar el cuchillo sobre mi piel. Fácil de fabricar y di con él por casualidad en un artículo de las miles de revistas que tiene mi madre sobre su afición botánica. Resulta que, lo que hace que la adelfa sea tóxica son dos potentes glucósidos, la oleandrina y la neriina, ambos en la planta. El inconveniente de todo esto es que los síntomas son bastante duros y lo voy a pasar un poquito mal. Vamos, que ante de llegar a un paro cardiaco, voy a tener náuseas, vómitos y diarreas sanguinolentas como si tuviera la peste, pero sin esas horribles ampollas.

Te quiero Verónica. Sé que he sido un cobarde toda mi vida. He rehuido confrontaciones familiares y no he dado la cara por ti en momentos concretos. En el trabajo he sido ninguneado por todos, un pobre Peter Parker sin poderes, pero te tenía a ti. Mis defectos los hacías tuyos. Con solo tocarme, olvidaba mis pesares y te convertías cada noche en la orilla eterna que esperaba a esta marejada de sentimientos e inseguridades que tanto te amaba y te ama. Ahora, más que nunca, debería estar cubierto de otra pasta. Dejar de lloriquear y dar con tu asesino, saber quién ha sido capaz de esa tremenda atrocidad. Nada tiene sentido, pues si como dices en la carta, la mujer que yacía en nuestro dormitorio con otro hombre era tu hermana, no existe la posibilidad de un amante despechado y loco que en un arrebato descontrolado acabara, accidentalmente o no con tu vida. Es más, ¿Descuartizarte y traerte  justamente aquí? Hoy, hoy que he tomado la decisión de venir hasta aquí y acabar con todo…

Durante unos breves instantes, Juanma se queda en la inopia, como un Sherlock Holmes. Sumido en sus pensamientos e intentando darle sentido a todo lo que estaba pasando a su alrededor desde que pisó ese maldito cementerio de pega. Como al final de una novel mala, en la que el escritor no sabe como cerrar la trama, el senderista encuentra la verdad. O al menos, eso cree él.

Solo mis padres sabían que me iba de senderismo. Espera, no puede ser. ¿Es posible? Dios mío, no. ¡¡Mierdaaaaa!! Mi madre siempre ha tenido debilidad por ti. Te defendía a capa y espada en todos nuestros conflictos; incluso, después de lo ocurrido, ella se negaba a admitir que tú hubieras sido capaz de engañarme con otro. La otra cifra de la ecuación es mi padre, a ese maldito loco le encantan las bromas y el cine. Desde que se jubiló, se ha recorrido media España presentándose como extra a culaquier película o serie…¿Y si todo esto lo has preparado tú, compinchada con ellos para darme una lección? No, no, no puede ser, joder.

¡¡Ah….coño!! ¡¡No, no puede ser!! ¿Por qué cojones me tuve que tomar el veneno antes de venir? Los síntomas están empezando a hacer efecto. Todo esto me pasa por ser un mierda, un cobarde y un desconfiado. Tengo que saber si ese brazo es de verdad…

En ese instante, entre sollozos y unos ruidos desgarradores de dolor, Juama intenta ponerse de pie a duras penas, un pequeño mareo se hace con el control de su estabilidad y casi se cae a la tumba de nuevo. Se pone la mano en el estómago, el típico gesto funesto que hacemos todos para aliviar el dolor. Las tripas están en pleno programa de centrifugado, se retuerce de dolor. Entre el sudor que empieza a emanar de su frente como una presa de agua rota, fija su mirada en el vaivén ínfimo que aún le proporciona el aire al trozo de carne colgado del árbol. Un pensamiento cruza por su mente: ¿Es asqueroso el pensar que ojalá ese brazo sea de Verónica y mi muerte no sea en vano, ni tan patéticamente shakesperiana?

«Una nueva historia» Capítulo 4

¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de nuestro errores? Sin embargo, son parte de nosotros. Cuando descubres la verdad todo cambia…o no.

Espero que esta historia no os esté haciendo perder el tiempo y que disfrutéis hasta el final de ella. Gracias, como siempre, por vuestro apoyo incondicional.

Un fortísimo abrazo. Os quiero 3000.

¿Cuatro?

Si sumas cada uno de tus errores, el resultado te dirá quién eres.

Conoces esa sensación, esa que os dice y os perjura mentalmente que no lo volveréis a hacer. Sin embargo, pasada una semana, los cubatas caen como moscas en una convención de insecticidas y maldices tu putrefacta fuerza de voluntad…como a todos aquellos que consumen Tele5. Así me sentí cuando abrí los ojos y mi cabeza se había convertido en la gigantesca London eye, dando vueltas sin parar en un Gif eterno. Y lo peor es que eso no era todo.

Recuerdo como me incorporé, acompañado por el dolor intenso en mi hombro y la tensión despertada en tan solo un instante de consciencia. La voz, esa pregunta macabra desapareció. ¿Sería una alucinación?¿Qué me estaba pasando?

Me di la vuelta, de cara al suelo y mezclé la rugosidad de mis dedos con la tierra mojada de aquel hoyo para ponerme de pie. Respiré profundo y tosí tanto o más que un pobre enfermo en fase terminal. Al segundo intento, pude clavar mis uñas entre unas pequeñas piedras que había alrededor de la tumba y salí de allí temblando. Cuando alcé la vista, sobre la cabecera de aquella “cama eterna”, sin tiempo para asimilar todo lo que me estaba ocurriendo, lo imposible volvió a sacudirme por dentro las entrañas. Aquella tumba tenía dueño, y ese era yo. Con letras rojas sobre un cartel de madera blanca y agrietada, mi nombre descorrido conformaba una cruz sobre una estaca de hierro enterrada en la tierra, como cada una de mis esperanzas a no perder la cabeza.

Con un leve balanceo, de izquierda a derecha, mis ojos escanearon el terreno, esperando la típica voz de un malo de película que se presentara y me contara porque estaba pasando todo aquello y el por qué lo hacía. La respuesta fue tan sólida como los penetrables rayos de sol sobre las nubes otoñales que me observaban…SILENCIO.

¿La soledad es más terrorífica que la compañía de la ignorancia o la falsedad? Sinceramente, no lo sé. La filosofía no es lo mío y mucho menos los putos juegos mentales en los que estaba metida mi mente en aquellos instantes.

‒¡Verónica! ¿Por qué?

Ahora cierro los ojos, y ese grito y esa pregunta, todavía siguen retumbando en mi cabeza. Nunca hice daño a nadie, por ti, hoy en día, sería capaz de pisotear el quinto mandamiento y pasármelo bomba destrozando cabezas con un puto lápiz a lo John Wick.

Mi madre siempre me decía lo mismo: “Quien te quiere bien, te hará sufrir”. Y yo le respondía: “Tú me quieres y no me haces nunca ningún daño”. Su respuesta fue lapidaria: “Yo jamás te querré, porque yo te amo. Mi vida te la traspasé en el mismo instante en el que te pusieron sobre mi pecho y supe que nunca más sabría lo que sería amar a nadie por encima de ti”.

¡Joder con las madres! Tienen la maravillosa habilidad de dejarte en calzoncillos con un toque de su corazón. Si escribo todo esto, no es porque en aquellos momentos de soledad y miedo, me acordara de ella. La respuesta a este pensamiento me la dieron las tumbas que estaban alrededor de la mía…Tres, concretamente. La de mi madre, Elisa; la de mi padre, Ramón y la de mi hermano, Carlos.

El resto, te lo puedes imaginar. Incomprensión, pavor sin mesura, microinfartos a la velocidad de Flash. La locura se desató en mi interior como si fuera la reencarnación del mismo Vesubio. Vomité, sí, no lo voy a negar, esa fue mi primera reacción. La segunda, tras restregar los restos del bocadillo de pavo que me comí antes de empezar esa maldita travesía macabra sobre mi chaleco azulado, fue instintiva. Me convertí en un perro tras su hueso enterrado, escarbé la tierra con mis manos con tanta fuerza que no me importó si quiera que la mitad de una de mis uñas saltara imitando la trayectoria de la latilla de un tercio. El sudor brotaba en mi frente con energía y se mezclaba con la tierra de mis dedos al intentar secarla. Mi respiración se entrecortaba entre la fulgurante mezcla de mis gemidos y las súplicas por no hallar los restos mortecinos de mis seres queridos.

Fueron los segundos más largos de mi mísera existencia, hasta que noté algo extraño entre aquel barrullo de arenisca, piedrecitas y mala hierba. Paré, mi gesto de extrañeza y pánico se congelaron, parecía un envoltorio de plástico, y dentro de él, una carta, un sobre dirigido a mí…”¿Qué cojones? ‒pensé”.

Poco a poco y con sumo cuidado la saqué de su prisión. Moví la cabeza de un lado a otro, cerrando los ojos en el proceso, no dando crédito a lo que veía. Y ahora que lo pienso, despreocupándome si en las otras dos tumbas, estaban mi padre y mi hermano. Al abrirla, no encuentro explicación hoy día, supe que era tuya, a pesar de la incomprensión más absoluta por todo lo que estaba pasando a mi alrededor. Como si tu aroma aún rezumara entre los pliegues de esa hoja escondida y los hubieras tatuado sobre el papel al restregar tus muñecas. Desgraciadamente no me equivocaba, era tu letra, tan característica, con esas eses alargadas y esas as tan perfectas y redondeadas.

Apenas unos segundos antes, creí que no se podía sufrir y experimentar un horror tan grueso, tan burdo y basto como cuando te duele la garganta y ves las estrellas al tragar simplemente tu propia saliva. Como siempre, como todos los seres humanos de esta tierra, me equivocaba al creer que lo sabía todo. Aquellas palabras despellejaron cada porción de la que está compuesta mi existencia y ya no me importaba si alguien o algo estaban jugando conmigo en mis últimos segundos, minutos o horas de vida.

Me odié y me odio con toda mi alma desde entonces. Nunca me lo perdonaré.

La empatía no es una obligación, es un don muy particular. Para mí es un superpoder, de esos que están tan de moda hoy en día. La pena es que está en peligro de extinción y no sabemos la manera de volver a recuperarla. No es un fósil que se pueda mutar como los dinosauros de Jurassic Park o la oveja Dolly. ¿Puedes imaginarte como se sintió Juanma cuando leyó la carta? Tómatelo como un ejercicio, para probar tu nivel y capacidad para ponerte en la piel de otro ser humano. Sus dudas, sus pesare, sus sufrimientos y sus…errores.

Reseña de «Reina roja» de Juan Gómez Jurado

Sir Arthur Conan Doyle creó al mayor y mejor detective de todos los tiempos. Tan grande fue, que llegó a odiarlo e incluso matarlo. Sherlock Holmes ha tenido a lo largo de un siglo y treinta y dos años, muchos herederos; personalmente, creo que el único que ha llegado a rayar su brillantez fue el gran Hércules Poirot, de la afamada Agatha Christie…. ¿Y si os digo que Jurado ha conseguido que ame a otra mujer, que no es la mía? Ella es la genial Antonia Scott. Solo su nombre ya te choca, no os podéis imaginar lo que su mente esconde.

«Reina roja» puede ser catalogada como la típica novela negra con tintes de thriller psicológico. Para mí, esta novela es Antonia, la persona más lista del mundo, literalmente, y más rara que un perro verde. Si encima a la ecuación, le sumas al inspector gay Jon Gutiérrez, un «no gordo», como el se cataloga cómicamente mil veces, vasco y con un marrón encima de tres pares de cojones, al que le encasquetan «hacer de niñera» de la mente más privilegiada del mundo, el cóctel es mortalmente divertido.

En muchos momentos, los diálogos y situaciones entre ambos son geniales y es imposible no soltar una carcajada durante la lectura. Antonia me recordó mucho a mi adorado Walter Bishop de «Fringe» , el mejor personaje de ficción de este estilo junto a Sheldon Cooper, de «The big bang theory».

A este cóctel explosivo, el escritor madrileño le echa el toque justo de acidez con una cruda historia de asesinatos y pone al límite las capacidades de ambos personajes con un malvado ser que juega con ellos y con la policía como un hamster en su ruleta interminable de elucubraciones.

Debo destacar la perfecta ubicación y descripción de los escenarios y los detalles y pinceladas documentadas, que molan mucho leerlas. Un libro es algo más que una historia original, si no aprendes con él, no es un libro completo.

Según Jurado, nos pide que nos destripemos la historia y nos comamos los spoilers con patatas. Como yo soy muy obediente, me gustan las patatas más que a mis hijas y algún día, me encantaría que leyera una de mis novelas como premio, voy a hacerle caso. Solo os diré que a lo largo de quinientas y pico de páginas, te lo pasas teta, y aunque me hubiera gustado leerlo más de seguido, lo he disfrutado mucho. (Entre tú y yo… Mereció la pena esperar dos horas en la cola de la Feria del libro para que me lo firmará y me llamará gilipollas, fue mi culpa jejejeje. El sol ya me tenía frito y no le entendí).

Mi más sincera enhorabuena, a pesar de que ya se lo hayan dicho mil veces, «Señor que tiene pasta».

Mi puntuación es de 8’5 sobre 10.

Reseña de «Aguja», relato de Sandra Gómez Moreno

Recuerdo aquel día como si fuera ayer, ojalá lo fuera. Han pasado tantas cosas, que con lo único que me quedo es con el orgullo personal de ser un ínfimo granito de arena, una brizna de aire que ayudara a esta magnífica reseñadora a dar el paso necesario y tan esperado por la gente que la queremos y respetamos. Esa mirada que me regaló cuando con total sorpresa le dije que escribiera un libro sobre sus reseñas, a lo mejor le ayudó a sumar en sus futuros sueños. Ojalá lo haga algún día, ese libro lo petará.

Sandra Gómez Moreno, ya no es solo alguien que lee y disecciona libros al milímetro con profesionalidad y respeto absoluto por los autores. Ella ya es una autora, escritora, contadora de sueños o como queráis llamarlo… Si lo dudas, leed este relato.

¿Es «Aguja» un relato convencional? No, los mensajes del corazón hacia la conciencia humana, jamás serán, ni olvidados ni típicos. Sandra apuesta por remodelar una historia dura y directa embadurnada en un halo de misterio e incertidumbre. Crees que sabes lo que va a pasar, pero no sabes en qué lado de la historia situarte, y a veces, saltas sobre la empatía de los personajes.

No os voy a desvelar la trama, pero si el trato tan exquisito que está autora hace sobre la capacidad que tiene el ser humano de olvidar el daño que se puede ejercer a otro ser de su misma especie, sólo con una palabra o un hecho. Triste, duro, real y como le dije en su día, necesario.

Todo en esta historia tiene su porque, hasta la portada y por supuesto, el título. Un guiño excepcional. Se lee como se bebe el agua fría en el desierto, con ansia, pero se aconseja degustarlo como el mejor vino.

Ya sabéis, que yo no soy un experto y mucho menos me caso con nadie. Al César lo que es del César y Sandra es y será lo que ella quiera. Pues lo ha demostrado en su blog La revolución de los libros y con este relato.

A continuación, os dejo la sipnosis de «Aguja»:

Aroa de la Fuente es una joven emprendedora que junto a su marido, ha abierto una librería en la zona del metro Colombia. 

Decididos a comenzar una nueva vida con este ilusionante proyecto, su tranquilidad se ve inesperadamente alterada por la aparición de alguien del pasado…

¿Quién es? ¿Qué hace allí? ¿Por qué aparece ahora? Y sobre todo ¿Cuáles son sus intenciones?

«Aguja» es una trepidante historia donde los hechos del pasado tendrán terribles consecuencias en el futuro. Ya que en esta vida, nada sale gratis…

¿Creéis que ya lo sabéis todo? Nada más lejos de la realidad. Para ello, entrad en este enlace y disfrutar de un gran relato, de un gran mensaje.

Mi más sincera enhorabuena, querida amiga y ESCRITORA.

Mi valoración es de 8 sobre 10.

«Una nueva historia» Capítulo 3

Nos acercamos poco a poco al meridiano de esta extraña historia. A estas alturas, las incógnitas, las cavilaciones de cada una de vuestras cabecitas pensantes, tienen su propia teoría…Lástima que llegue yo y os la líe de nuevo.

Recordad: Nada es lo que parece, en esta historia y en la vida en real en general.

Que los disfrutéis. Os quiero 3000.

¿TRES?

Es muy probable, que a estas alturas, algunos ya hayáis dejado de lado esta historia. No os ha atrapado lo suficiente o quizás la espera, prolongada de mes a mes os ha sumido poco a poco en una desidia a la que muchos nos agarramos por el mundo en el que vivimos. Ese que nos da todo en tiempo real y al instante. Ese que nos prepara delante de un sillón para ver de una sola tacada y apenas sin respirar, una temporada entera, sin cortes y sin anuncios de la serie que os está corroyendo la sangre…Que se lo pregunten a George R. R. Martin.

Incluso, ahora mismo, los pocos que seguís a este pirado y a esta historia, os estaréis preguntado qué demonios hago escribiendo esto en el tercer capítulo de las últimas horas de Juanma. Tiene una fácil explicación…

Mi primera idea era crear una historia directamente contada por el protagonista, pero en tan solo dos capítulos y un prólogo, y casi sobre la marcha, he decidido cambiar de nuevo las tornas. Me he colado como narrador entre los desvaríos, recuerdos y miedos de nuestro senderista, pero ¿Y si os digo que hay mucho más entre estas líneas?

Para mí, esto es un juego de improvisación. Un reto. Una historia sin un final aparente y lleno de cambios, según surjan en mi cabeza. No os molestéis en buscar un final a este cuento sepultado, pues ni yo mismo sé cómo acabarlo.

En esta vida es esencial tener varios puntos de vista. Con ellos puedes enjuiciar mejor la actitud de las personas, ya que el ser humano de hoy en día de caracteriza por la facilidad de sentenciar a alguien por tener un pensamiento libre y a contracorriente del resto de los pobres mortales.

¡Joder! Menuda chapa os acabo de soltar. Y solo para contaros que en este capítulo, no habrá un protagonista, sino una protagonista, la supuesta víctima: Verónica.

Cuando encuentres esta nota, después de leerla, pensarás que soy la persona más horrible del mundo y no te quito la razón. Llevo pensando en esto detenidamente desde hace muchos meses. Eres el mejor ser humano que he conocido y que jamás conoceré, y lo sé, soy una imbécil y una idiota sin parangón. He encontrado lo que todas buscan durante toda su vida y lo voy a dejar marchar por mí obstinada cabezonería. A pesar de todo, sé que en un principio buscarás una razón lógica a todo esto, pero créeme, no la hay. Sé que nos hicimos muchas promesas y en su momento, yo era parte del peso de esa balanza que nos llevaba sin remedio hacia la felicidad más rotunda, sin embargo, no puedo hacerte más daño y engañarme a mí misma. Soy una cobarde, aunque para ti, sea una maldita hija de puta calienta braguetas.

Cuando encuentres esta carta, entenderás muchas cosas y sé que te arrepentirás de todo lo pensado sobre mí…ojalá la encuentres muy tarde y yo ya esté demasiado lejos para que nunca más me encuentres.

Juanma, ¿recuerdas aquel día en el que te pregunté si confiabas en mí? Hace unas horas confirme mis sospechas. Yo no era la que estaba en nuestra habitación follando como una loca con otro tipo, era mi amiga Clara. Le pedí que se fuera con su novio a nuestra casa y se pegaran el lote en nuestra cama.

Durante todos estos años, he pensado que había una parte de ti demasiado especial, orgullosa y sobre todo, aferrada a la desconfianza y a no dar todo de ti a los demás por el miedo a ser herido. Pero sobre todo, a tu enfermiza competitividad en todo. Te prometo, te juro por la memoria de mis padres, que no he hecho todo esto para que creas que te he ganado la última partida, sino para ayudarte a comprender lo que significa dar tu alma a alguien con el absoluto convencimiento de su capacidad para cuidar el amor procesado por ella.

No dudo de tu amor, pero sí de tu manera de amar. Sabía perfectamente que no serías capaz de entrar en nuestro lecho de amor y descubrirme con otro, no solo Clara me lo ha confirmado, las marcas que has dejado en el cerco de la puerta de entrada con tu sonoro portazo han lapidado mi corazón para siempre.

Te quiero, Juanma, como jamás amaré a nadie. Y por ello me voy, con la esperanza de que algún día, una nueva sonrisa se cruce en tu vida y te borre de un solo beso toda la zona oscura que alberga horrores en el lado oculto de tu alma. Te lo dije un día y te lo repito hoy: “El amor es eterno si la confianza no tiene fecha de caducidad”.

PD: Espero que no hagas ninguna tontería y encuentres esta carta a tiempo. Ojalá algún día nos veamos de nuevo en aquel cementerio en el que íbamos a sellar nuestro amor eterno y estemos juntos de nuevo. Yo te esperaré toda la vida.

Te amo.

Verónica

Como podéis ver, en esta vida, nada es lo que parece y como os dije anteriormente, los juicios de valor, son tan rápidos como el centelleo de unos ojos en fase REM. La pregunta ahora es la siguiente: ¿Si Verónica amaba a Juanma y le tendió una trampa para comprobar la valía de su amor, quién demonios la ha matado? ¿Dónde está la carta que le dejó? ¿La tiene el asesino de Verónica? ¿Existe en realidad ese personaje? Y sobre todo ¿Quién demonios es aquel ente que se le ha aparecido a Juanma en Sand Hill y que quiere decirle?

Os voy a dejar con un pequeño avance del ¿cuarto capítulo?

Retomó la carrera, sin gritos ni maldiciones, ni siquiera podía controlar las respiraciones mientras huía. Ahora sí miraba hacia atrás y percibió como aquella nebulosa dorada extendía sus brazos, como intentando buscar sus abrazos, esos que Verónica catalogaba como “Reseteos del alma”….Y cayó.

Un agujero, del tamaño de un ser humano de complexión media lo engulló sin apenas “masticarlo”. El golpe fue contundente, pues su hombro derecho se hizo con el peso de su cuerpo y la tierra húmeda sirvió de poco parapeto. Antes de caer en la tenebrosa inconsciencia, supo que había caído en el agujero de una tumba…Imaginaos cuando despierte, consiga salir y vea que en ella pone su nombre.

No le queda nada por sufrir al pobre de Juanma y a vosotros…Si queréis, claro.

Yo y mi circunstancia

¿Hasta dónde? Hoy cumplo 42 años y hace dos días me imaginé, soñé despierto e incluso deseé doblar esa cuantía de vivencias antes de que la parca llegara ante mi puerta con la carta de desahucio. Si tuviera que hacer un resumen de lo vivido hasta ahora, os diría que he aprendido muchas cosas y las más importantes me las sigue devolviendo la vida en forma de olas, como el efecto de un bomerang. Bofetadas de realidad que me hacen ver que cada uno de nosotros se cree con la absoluta potestad de tener el anillo de la verdad absoluta, ese que los une a todos y debe regir las opiniones, corrientes y vertientes de los sentimientos de cada uno.

Yo no soy nadie y seguramente, la mitad de las reflexiones o pensamientos que aquí os escriba, las tomareis como las falacias de un egocéntrico escritor (cosa que jamás me he llamado). Pero, ¿sabéis qué?, si toda esta parrafada sirve para remover algo en vuestro interior, sea malo o bueno, habré conseguido algo.

Una de las mayores lecciones que me ha dado la vida ha sido esta: Si no quieres que te juzguen, no empieces por querer ser el Fiscal del distrito de las decisiones ajenas. Yo prefiero ser un abogado de oficio, aprender de todos y quedarme con lo mejor de los demás.

La suma de mis errores me dice quien soy y os puedo asegurar que soy el ser más imperfecto de todos. Por culpa de mi condenada empatía, he perdido a mucha gente, y siempre por querer ayudar a los demás. De una manera u otra, al final me ha salpicado en la cara y el vaso de la frustración y la desidia se ha colmado desde hace unos días.

Por ello y por mi familia, he decidido dejar las redes sociales o al menos Facebook. En ella, he tenido el placer de conocer a muchas personas, buenas y malas, pero por desgracia y por mis putos sentimientos, he perdido a los que he considerado mis mejores futuros amigos.

Creé las preguntas diarias en un principio por aburrimiento, sin esperanza de ser escuchado o leído y poco a poco se fue creando una familia virtual de la que me he sentido muy orgulloso. Los primeros designios de esta nueva idea, se convirtieron en un experimento social muy lucrativo, en el que los unos ayudaban a los otros y la sensación de amistad, apoyo y cariño, crecía pregunta a pregunta…. Pero los demonios del ser humano siempre terminan escapando de las prisiones más oscuras del alma y son, en esos momentos, en los que dejamos de ser personas, para convertirnos en animales e intentar ser El rey de la manada y el raciocinio.

Cada persona es un mundo y sin embargo, todos respiramos el mismo aire. ¿Qué cosas, no? Nos enseñan que hay que ser de un equipo de fútbol, de un partido y por supuesto de una religión, y yo pregunto: ¿Quién nos enseña a ser personas, ser solidarios, ser agradecidos, ser comprensivos, ser educados? Por eso la educación es tan necesaria desde la misma cuna. Con esto no digo que la gente no sepa educar, jamás se me ocurriría. Sin embargo, obviamos el hecho de cómo esta sociedad nos ha manipulado, moldeado y cocinado a su antojo entre los ingredientes del egoísmo, la hipocresía y mala praxis de nuestros corazones. La tecnología y su control, la avaricia del consumismo que nos lleva querer más, en vez de «ser más».

Me encantaría vivir en mi propia distopía, moldearla a través de mis propias experiencias y evitar un cortocircuito mental. Imaginaos si todo esto en realidad fuera Matrix, yo lo tengo claro, me tomaría la pastilla roja. Quiero y siempre querré la verdad, no la mía, siempre la tuya.

Quizás he dicho mucho, pero no he contado nada, o al menos, nada que tú ya no sepas. Me quedo con el consuelo de utilizar este rincón como un ejercicio de reflexión o confesión. Siempre viene bien un buen lavado de alma.

Un fortísimo abrazo a todos. Os quiero 3000.

Óscar Lamela Méndez

«Una nueva historia» Capítulo 2

Como ya os dije en Facebook, poco a poco cerraremos esta historia. Por ello, hoy nos adelantamos medio mes y os dejo esta segunda capitulación de una historia que no os dejará indiferentes.

¿Será de Véronica? ¿Qué está pasando en Sand Hill?

¿DOS?

Ven aquí. No te vas a escapar tan fácilmente, rubia.

‒¡Déjame! Sabes que odio las cosquillas. Y no me gustan estos juegos entre las sábanas.

‒Antes si lo hacían. Incluso cuando recorría tu piel lentamente con mis manos. Así descubrí ese lunar tan bonito y original que tienes en el codo…Ahora no me dejas ni tocarte. Todo es tan frío.

‒Por favor Juanma. Es muy temprano y sabes de mi mal humor por las mañanas. No me lo tomes en cuenta.

‒Yo solo quería verte reír, Verónica. Es lo único que me hace feliz.

‒Lo siento mi amor. Te prometo que esta noche te lo compensaré, ahora debemos irnos a trabajar. Las facturas no se pagan solas.

De rodillas, y siguiendo el balanceo de aquel trozo de carne muerta salpicando sangre y agua sobre la tierra mojada, Juanma recordaba la última vez que vio a su ex y las últimas palabras que le dijo: “Siempre me llevarás contigo, pues esa mancha en tu brazo no es un lunar, es mi corazón, mejor que un tatuaje”.

Esa misma noche, cuando llegó a casa, Verónica había aprovechado todo el día para hacer sus maletas y llevarse todas sus cosas. Hasta aquel estúpido gatito de peluche, que en la feria del pueblo, insistió que le consiguiera con esas escopetas tan ortopédicas.

No, no podía asimilar que ese brazo que tantas veces le rodeó, que esa mano que tantas veces le acarició, ahora estuviera bailando como el propio Gene Kelly en “Cantando bajo la lluvia”.

El terror siempre se ha caracterizado por sus infinitas capas. La primera, ese escalofrío eléctrico, un rayo fugaz que te pone en alerta; la segunda capa es más gruesa, la que soporta todo el estupor en su más pura esencia; la tercera es una mezcla de sorpresa y asimilación; y por último, la cuarta, la peor de todas, el cómo y el por qué.

Temblando, mirando derredor con la misma velocidad que un aspersor y los nervios acumulándose en su garganta, tragó como pudo ese último hálito de incredulidad y se puso de pie.

Quizás no sea el suyo ‒pensó‒. Pero, joder, aunque no lo sea, es un brazo humano. ¿Qué hace ahí? El tiempo que lleva es evidente, apenas unas horas. Este lugar suele estar cuidado y bien conservado. Alguien lo hubiera visto y esto ya estaría en todas las noticias y las redes sociales del país en segundos.

Alguien me ha seguido. Alguien sabe que venía hasta aquí. ¿Pero quién? Y si este brazo es de Verónica, ¿por qué la ha matado y lo ha traído hasta aquí? ¿Alguno de sus amantes? Pero, ¿por qué me deja a mí este mensaje? Fui la última mierda que pisó antes de dejarme.

El traqueteo de preguntas en su cabeza empezaba a rasgar su cerebro como unas uñas afiladas sobre una pizarra. No podía ordenar sus pensamientos, así que se acercó hasta la soga y comprobó lo inevitable. No se atrevió a cogerlo, cogió una rama gruesa del suelo y paró el balanceo, se acercó y las lágrimas dieron paso al epílogo, al corazón de la última capa del terror, la pérdida definitiva de la persona a la que más amó en su vida.

Algunos os preguntaréis el sinsentido de aquellos sentimientos. ¿Qué más da si era de ella o no? Esa zorra le abandonó como a un perro en plenas vacaciones de verano y le llevó, curiosamente, a ese lugar para abandonar la tierra de los vivos para siempre. No podía evitarlo, la amaba…pero una parte de él, la odiaba por igual.

Me llamabas egoísta. He llegado hasta aquí por ti y cuando decido reunir el valor suficiente para acabar con mi vida, tú y solo tú, decides adelantarme por la calle de la derecha y antes de irme, me das la última puñalada trapera, el último estoque: No dejarme morir en paz.

¡Maldita hija de…! Me acabas de robar las fuerzas. Ahora no puedo irme sin saber lo que te ocurrió y quién te hizo esto. Ese alguien debe estar todavía aquí….¿pero?

El cielo seguía medio encapotado a pesar del escampe. El silencio abría sus puertas y dejaba a una leve brisa helada que rodeara aquel valle, dejar su sello. De pronto, un leve sonido, ínfimo, hizo acto de presencia, mezclado con el vaivén de las hojas de los árboles que a lo lejos parecían saludarle…simulaban el crepitar de unas pisadas cortas. A su espalda notaba que alguien o algo, se acercaba, cada vez más. Giró sobre sí mismo y no vio nada. Una leve vibración se hacía poco a poco con el control de su cuerpo desde las puntas de los dedos de sus pies, hasta el último bello de su nuca.

Corrió, sí, empezó a correr, sorteando cada una de las tumbas y cruces que minaban aquel campo santo ficticio. No sabía el porqué, pero el miedo lo empujaba a seguir sin mirar atrás. Tras varios metros recorridos y sin darse apenas cuenta por el temblor y la tensión acumulada en su nuca, quedó al descubierto de esa presencia en el centro circular empedrado. A su merced…De nuevo, un leve rumor. Parecía un llanto, un lamento acumulado en una botella de esas que guardan magistralmente un barco en miniatura…

‒¿Por qué?

«¿Quién cojones?…» Juanma lo oyó claramente. La típica pregunta de la que se apodera un niño pequeño cuando empieza a cuestionarse las primeras incógnitas de su vida. Por desgracia para nuestro protagonista, o quién sabe, si por fortuna, aquel lamento no poseía la misma cadencia inocente infantil. Gruesa, arrastrada en su contexto, sin poder dilucidar su sexo, el timbre de aquella simple pregunta era una desgarradora súplica en el tiempo.

‒¡Vale! ¡Como broma ha estado muy bien! ¡Seas quien seas, casi consigues que me cague en los pantalones, pero déjalo ya!

‒¿Por qué?

 De nuevo y a lo lejos, aquella mortífera cuestión, cortaba el aire en el ambiente y el oxígeno en los pulmones de Juanma. Sin tiempo para asimilar nada y con la misma rapidez que el aleteo de una mariposa, una sombra hizo acto de presencia a centelladas de entre las pocas cruces que separaban el empedrado de las Nike del senderista. El cielo, tapado con su edredón de nubes opacas, apenas dejaba un resquicio de luz, pero el suficiente para hacerse notar aquella inconfundible melena dorada, larga y rizada de ….

‒¿Verónica?

Reseña de «No confíes en Peter Pan» de John Verdon

Dicen que siempre hay una primera vez para todo, este no es el caso, pero no sabéis la rabia que me da el terminar una novela y tener la sensación de que he perdido la oportunidad de leerme otra mejor.

Cuando llegó a mis manos esta cuarta parte de la saga del detective David Gurney, creado por el escritor estadounidense, no las tenía mucho conmigo y a pesar de que las tres primeras historias eran muy buenas, mi afán por terminar esta saga me llevó a ello, y la gracia es que al terminarla, me enteré de que aún tiene dos más (no los pienso leer en años).

Voy a ser totalmente honesto con vosotros: se podía haber ahorrado escribir este, pues no sé cómo serán los otros dos, pero este es un truño de mucho cuidado.

Admito, que al menos es fácil de leer, pero Gurney a llegado a aburrirme hasta la saciedad. Demasiadas pinceladas sobre las cosas cotidianas de su vida personal con su mujer, a la que no termina de complacer con apartarse definitivamente de las investigaciones policiales y a pesar de estar retirado. Un concepto muy trillado ya y que te saca de la trama principal con mucha facilidad, quitando ritmo a la historia.

No me iba a molestar ni en reseñarlo, pero bueno, creo que merecéis pasar de puntillas por una historia cuya resolución final es una fumada de padre y muy señor mío. Cogido con pinzas es poco….no hay tendedero donde colgarlo.

Personajes típicos, sin fuerza, exceptuando el asesino, cuya personalidad atrapa, pero su aspecto te echa para atrás….un sicario de metro cincuenta, no digo más.

A continuación os dejaré una pequeña sipnosis personal, para que juzguéis vosotros mismos:

«Gurney, en su exilio vive una vida que no siente suya. Ama a su mujer, pero odia estar lejos de la polvora, la sangre y la adrenalina que le provoca la búsqueda de los malos.

Una tarde recibe la visita de su amigo, Hardwick. Este le pide que le ayude a desmontar la falsa estructurada alrededor del asesinato de un rico empresario y por el cuál, su cliente, la mujer del mismo, ha sido acusada y condenada de su muerte.

El abogado muestra al protagonista todas incoherencias del caso, pruebas defectuosas y manipuladas. Esto, más la extraña muerte del empresario en pleno funeral de su madre, hace que Gurney pique el anzuelo.

Conforme él mismo va deshilando la historia, se topa con varios candidatos a ser el culpable y descubre que el gatillo lo apretó un sicario, el mejor del mundo. Esto le lleva a través de una persecución fratricida, no solo del asesino y el que lo contrató, sino de sus propios demonios y su constante amor por el peligro y vivir al filo de la muerte».

Si te ha engañado mi resumen, no me hagas caso. En serio, léete los tres primeros, son muy buenos y a otra cosa mariposa.

Mi puntuación, y soy muy generoso, es de un 5’5.

Óscar Lamela Méndez.

Una nueva historia Capítulo 1

Antes de nada, quiero daros las gracias a todos los que habéis participado hasta ahora en esta nueva iniciativa. Mi corazón no puede y no deja de crear historias para sorprenderos, pero sois vosotros los que no dejáis de entusiasmar a mi alma con vuestro cariño y apoyo. Espero, que con este primer capítulo, os siga haciendo disfrutar de la que pretendo que sea, vuestra historia, y no la mía.

Que se abran los caminos….

¿UNO?

Para Juanma, todo tenía un porqué. Una explicación necesaria. En el fondo, él sabía quién generaba todas esas suspicacias, el miedo. Miedo a todo, sobre todo a perder. Era competitivo a más no poder. Desde pequeño, siempre se tomó la vida como algo más que un juego. Tal era su furia y concentración en una contienda, que sus padres en una ocasión, con tan solo cuatro años, tuvieron que llevarle a urgencias por la “mala ingesta” de unos frutos secos tras querer ganar a su hermano Carlos de 8 años, durante sus juegos infantiles en el parque del barrio en el que residían.

Con su ex, era igual. Miles de veces, en todas aquellas discusiones tenidas a lo largo de sus años de novios, ella le recriminaba el hecho de imponer sus ideas por encima del raciocinio, simplemente por el hecho de vencer en una discusión. Eso conllevaba al egoísmo, y aunque él odiaba esa parte del ser humano, no lo podía evitar.

Los paraguas, otros de sus archienemigos desde la época juvenil en el que le cayó más de una colleja de su madre por dejárselos en las clases del colegio, eran inevitables, como el propio Thanos. En aquellos momentos, daría su brazo izquierdo por uno. La puta libreta de los Lannister se estaba jodiendo.

A pesar del aspecto árido percibido en la última secuencia del film de Sergio Leone, la vegetación que rondaba a Sad Hill, antes de poner un pie allí, era dificultosa. Más si cabe, con la tromba de agua desatada en tan sólo un par de kilómetros sobre el bueno de nuestro personaje.

Todos somos buenos hasta que se demuestra lo contrario, sin embargo, en este caso, Juanma era un valor seguro al que apostar. Sé que os medio prometí no enrollarme mucho con la historia personal de este tipo, pero a veces, es necesario hacer una pequeña introducción hacia los entresijos más oscuros de un alma atormentada desde su más tierna infancia.

En ella, este aficionado al senderismo y al rock, fue mal diagnosticado con un leve grado de autismo. Juanma, simple y llanamente era muy suyo, y una de las personas más sensibles del mundo. Veía más allá de lo que podría hacer cualquier ser humano. No, no me estoy refiriendo al don de ver espíritus y cosas de esas. A pesar de su ansia (conocida por toda su gente), de ver en alguna ocasión un aparición, su poder era otro, más particular y doloroso. Sabía al momento de conocer a alguien, si esa persona era buena o no.

Por pura ironía de la vida, el amor anuló su habilidad y cuando conoció a Verónica, su mundo se vino abajo. Dejó de lado a todos y su vida consistió en respirar cada uno de sus gestos. Ahora, los únicos que tenía grabados a fuego en el corazón, abrasándolo poco a poco, eran los gemidos de esa zorra cuando detrás de la puerta de su dormitorio los escuchó mientras se retorcía de placer con otro. Uno de tantos. Sin embargo, esta fue la primera vez que la pilló en plena acción Siempre había imaginado esa escena en su juventud, y cuál sería su reacción. El dolor producido hacía solo dos semanas, fue tan fuerte, que se dio media vuelta y se fue, eso sí, dando un portazo tan grande que temblaron hasta los cimientos del edificio de la casa en el que aun vivían de alquiler.

Bajo la lluvia, con un cielo a medio abrir, de esas tormentas apoderadas por los gitanos, cuando el sol insiste en no irse, Juanma notaba las gotas de lluvia como pequeños puñales sobre su rostro y su piel, a pesar de ir al menos con un chubasquero turquesa de Decathlon y toda la ropa necesaria para una buena adaptación al clima y el deporte a realizar.

Te di toda lo que era, Verónica. Perdí amistades, me enfrenté a mi familia por ti. Me dejé el alma en complacerte. Me negué a mí mismo la verdadera naturaleza de tu podrida alma y encima tuviste los bemoles de dejarme tú. Tú que hundiste el poco orgullo que me quedaba por el fango de mis sentimientos.

En ese momento, sin poder evitarlo, rememoró sus increíbles encuentros sexuales y la manera tan desaforada de involucrase en ellos hasta perder el sentido. Creyó firmemente en que su amor cambiaría a Verónica, se equivocó. De fondo, entre la tormenta y sus palabras, los cascos del móvil le traían los primeros acordes de la famosa canción de Metallica “Nothing else matters”. Temblaba, y la mezcla de recuerdos y lágrimas, eran los ingredientes esenciales para que su corazón sintiera un pinchazo, tan fuerte como hondo en cada poro de su piel.

Miró al frente, y a lo lejos, entre la arboleda verdosa que aún le tapaba parte del camino, pudo atisbar la explanada gigante de cruces, presidida por ese círculo empedrado, que según leyó en un artículo, alcanzaba los 30 metros de diámetro. Le temblaban las piernas, no podía evitarlo, no era por miedo, ni por frío. La causante de todo era Verónica y esa maldita promesa que se hicieron allá por el 98 de visitar ese lugar cuando ya fueran marido y mujer.

Puede sonar un poco macabro, pero era una forma romántica, al más puro estilo Poe. Crear la unión del amor y la muerte de forma poética, precisamente como una pareja que no puede vivir la una sin la otra. Pensaron en crear dos tumbas con sus nombres, como un simbolismo de su amor eterno. Duradero hasta y después de la sepultura.

¿Os podéis imaginar lo que supuso para este hombre encontrar su tumba ya lista? No, no podéis, porque aquella no fue la única sorpresa. ¿O es que acaso os imaginabais que esto iba a ser tan sencillo? Jamás os fieis de un escritor. Creo que es mejor oírlo de sus labios…

¡Putas aplicaciones de mierda! Son igual de efectivas que los hombres y mujeres del tiempo del telediario. No dan una. Menos mal que siempre he sido un tío precavido. La ropa de repuesto que llevo en la mochila, me va a salvar de un constipado, seguro…¿Qué… cojones…?

Perdón por la interrupción, Juanma había llegado por fin a la entrada de ese increíble cementerio circular. A unos pocos metros, sobre el famoso árbol pelado donde a sus pies residía aun la tumba de Arch Stanton, con fecha del 3 de febrero de 1862, colgaba la soga en la que tantos visitantes se habían hecho la foto de rigor, pero esta vez no había ningún particular friki posando, en ella, balanceándose como el péndulo de un reloj antiguo, colgaba un brazo humano. Y aún le quedaba ver “su agujero”….

¡Me cago en mi puta existencia! ¡Dios! ¿Qué hago? Será posible. He visto miles de películas y en estas situaciones siempre decía que yo saldría pitando, pero hay algo que me atrae. ¡Puta curiosidad y puto gato que la inventó con su muerte! Que sea lo que Dios quiera…

Me tiemblan hasta las orejas. Menos mal que la lluvia empieza a amainar. ¿Es? Sí, parece ser el brazo de una mujer. Delgado, uñas largas, sin vello, dedos cortos y…

Cuando Juanma estuvo delante de la tumba y pudo apreciar más de cerca el brazo cercenado, vio algo que le heló la sangre. Un lunar, en el codo, entre varias líneas resecas de sangre. ¿Cuántas personas podrían tener el mismo lunar en forma de corazón, en el mismo lugar que Verónica?