«Una nueva historia» Capítulo 4

¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de nuestro errores? Sin embargo, son parte de nosotros. Cuando descubres la verdad todo cambia…o no.

Espero que esta historia no os esté haciendo perder el tiempo y que disfrutéis hasta el final de ella. Gracias, como siempre, por vuestro apoyo incondicional.

Un fortísimo abrazo. Os quiero 3000.

¿Cuatro?

Si sumas cada uno de tus errores, el resultado te dirá quién eres.

Conoces esa sensación, esa que os dice y os perjura mentalmente que no lo volveréis a hacer. Sin embargo, pasada una semana, los cubatas caen como moscas en una convención de insecticidas y maldices tu putrefacta fuerza de voluntad…como a todos aquellos que consumen Tele5. Así me sentí cuando abrí los ojos y mi cabeza se había convertido en la gigantesca London eye, dando vueltas sin parar en un Gif eterno. Y lo peor es que eso no era todo.

Recuerdo como me incorporé, acompañado por el dolor intenso en mi hombro y la tensión despertada en tan solo un instante de consciencia. La voz, esa pregunta macabra desapareció. ¿Sería una alucinación?¿Qué me estaba pasando?

Me di la vuelta, de cara al suelo y mezclé la rugosidad de mis dedos con la tierra mojada de aquel hoyo para ponerme de pie. Respiré profundo y tosí tanto o más que un pobre enfermo en fase terminal. Al segundo intento, pude clavar mis uñas entre unas pequeñas piedras que había alrededor de la tumba y salí de allí temblando. Cuando alcé la vista, sobre la cabecera de aquella “cama eterna”, sin tiempo para asimilar todo lo que me estaba ocurriendo, lo imposible volvió a sacudirme por dentro las entrañas. Aquella tumba tenía dueño, y ese era yo. Con letras rojas sobre un cartel de madera blanca y agrietada, mi nombre descorrido conformaba una cruz sobre una estaca de hierro enterrada en la tierra, como cada una de mis esperanzas a no perder la cabeza.

Con un leve balanceo, de izquierda a derecha, mis ojos escanearon el terreno, esperando la típica voz de un malo de película que se presentara y me contara porque estaba pasando todo aquello y el por qué lo hacía. La respuesta fue tan sólida como los penetrables rayos de sol sobre las nubes otoñales que me observaban…SILENCIO.

¿La soledad es más terrorífica que la compañía de la ignorancia o la falsedad? Sinceramente, no lo sé. La filosofía no es lo mío y mucho menos los putos juegos mentales en los que estaba metida mi mente en aquellos instantes.

‒¡Verónica! ¿Por qué?

Ahora cierro los ojos, y ese grito y esa pregunta, todavía siguen retumbando en mi cabeza. Nunca hice daño a nadie, por ti, hoy en día, sería capaz de pisotear el quinto mandamiento y pasármelo bomba destrozando cabezas con un puto lápiz a lo John Wick.

Mi madre siempre me decía lo mismo: “Quien te quiere bien, te hará sufrir”. Y yo le respondía: “Tú me quieres y no me haces nunca ningún daño”. Su respuesta fue lapidaria: “Yo jamás te querré, porque yo te amo. Mi vida te la traspasé en el mismo instante en el que te pusieron sobre mi pecho y supe que nunca más sabría lo que sería amar a nadie por encima de ti”.

¡Joder con las madres! Tienen la maravillosa habilidad de dejarte en calzoncillos con un toque de su corazón. Si escribo todo esto, no es porque en aquellos momentos de soledad y miedo, me acordara de ella. La respuesta a este pensamiento me la dieron las tumbas que estaban alrededor de la mía…Tres, concretamente. La de mi madre, Elisa; la de mi padre, Ramón y la de mi hermano, Carlos.

El resto, te lo puedes imaginar. Incomprensión, pavor sin mesura, microinfartos a la velocidad de Flash. La locura se desató en mi interior como si fuera la reencarnación del mismo Vesubio. Vomité, sí, no lo voy a negar, esa fue mi primera reacción. La segunda, tras restregar los restos del bocadillo de pavo que me comí antes de empezar esa maldita travesía macabra sobre mi chaleco azulado, fue instintiva. Me convertí en un perro tras su hueso enterrado, escarbé la tierra con mis manos con tanta fuerza que no me importó si quiera que la mitad de una de mis uñas saltara imitando la trayectoria de la latilla de un tercio. El sudor brotaba en mi frente con energía y se mezclaba con la tierra de mis dedos al intentar secarla. Mi respiración se entrecortaba entre la fulgurante mezcla de mis gemidos y las súplicas por no hallar los restos mortecinos de mis seres queridos.

Fueron los segundos más largos de mi mísera existencia, hasta que noté algo extraño entre aquel barrullo de arenisca, piedrecitas y mala hierba. Paré, mi gesto de extrañeza y pánico se congelaron, parecía un envoltorio de plástico, y dentro de él, una carta, un sobre dirigido a mí…”¿Qué cojones? ‒pensé”.

Poco a poco y con sumo cuidado la saqué de su prisión. Moví la cabeza de un lado a otro, cerrando los ojos en el proceso, no dando crédito a lo que veía. Y ahora que lo pienso, despreocupándome si en las otras dos tumbas, estaban mi padre y mi hermano. Al abrirla, no encuentro explicación hoy día, supe que era tuya, a pesar de la incomprensión más absoluta por todo lo que estaba pasando a mi alrededor. Como si tu aroma aún rezumara entre los pliegues de esa hoja escondida y los hubieras tatuado sobre el papel al restregar tus muñecas. Desgraciadamente no me equivocaba, era tu letra, tan característica, con esas eses alargadas y esas as tan perfectas y redondeadas.

Apenas unos segundos antes, creí que no se podía sufrir y experimentar un horror tan grueso, tan burdo y basto como cuando te duele la garganta y ves las estrellas al tragar simplemente tu propia saliva. Como siempre, como todos los seres humanos de esta tierra, me equivocaba al creer que lo sabía todo. Aquellas palabras despellejaron cada porción de la que está compuesta mi existencia y ya no me importaba si alguien o algo estaban jugando conmigo en mis últimos segundos, minutos o horas de vida.

Me odié y me odio con toda mi alma desde entonces. Nunca me lo perdonaré.

La empatía no es una obligación, es un don muy particular. Para mí es un superpoder, de esos que están tan de moda hoy en día. La pena es que está en peligro de extinción y no sabemos la manera de volver a recuperarla. No es un fósil que se pueda mutar como los dinosauros de Jurassic Park o la oveja Dolly. ¿Puedes imaginarte como se sintió Juanma cuando leyó la carta? Tómatelo como un ejercicio, para probar tu nivel y capacidad para ponerte en la piel de otro ser humano. Sus dudas, sus pesare, sus sufrimientos y sus…errores.

Reseña de «Reina roja» de Juan Gómez Jurado

Sir Arthur Conan Doyle creó al mayor y mejor detective de todos los tiempos. Tan grande fue, que llegó a odiarlo e incluso matarlo. Sherlock Holmes ha tenido a lo largo de un siglo y treinta y dos años, muchos herederos; personalmente, creo que el único que ha llegado a rayar su brillantez fue el gran Hércules Poirot, de la afamada Agatha Christie…. ¿Y si os digo que Jurado ha conseguido que ame a otra mujer, que no es la mía? Ella es la genial Antonia Scott. Solo su nombre ya te choca, no os podéis imaginar lo que su mente esconde.

«Reina roja» puede ser catalogada como la típica novela negra con tintes de thriller psicológico. Para mí, esta novela es Antonia, la persona más lista del mundo, literalmente, y más rara que un perro verde. Si encima a la ecuación, le sumas al inspector gay Jon Gutiérrez, un «no gordo», como el se cataloga cómicamente mil veces, vasco y con un marrón encima de tres pares de cojones, al que le encasquetan «hacer de niñera» de la mente más privilegiada del mundo, el cóctel es mortalmente divertido.

En muchos momentos, los diálogos y situaciones entre ambos son geniales y es imposible no soltar una carcajada durante la lectura. Antonia me recordó mucho a mi adorado Walter Bishop de «Fringe» , el mejor personaje de ficción de este estilo junto a Sheldon Cooper, de «The big bang theory».

A este cóctel explosivo, el escritor madrileño le echa el toque justo de acidez con una cruda historia de asesinatos y pone al límite las capacidades de ambos personajes con un malvado ser que juega con ellos y con la policía como un hamster en su ruleta interminable de elucubraciones.

Debo destacar la perfecta ubicación y descripción de los escenarios y los detalles y pinceladas documentadas, que molan mucho leerlas. Un libro es algo más que una historia original, si no aprendes con él, no es un libro completo.

Según Jurado, nos pide que nos destripemos la historia y nos comamos los spoilers con patatas. Como yo soy muy obediente, me gustan las patatas más que a mis hijas y algún día, me encantaría que leyera una de mis novelas como premio, voy a hacerle caso. Solo os diré que a lo largo de quinientas y pico de páginas, te lo pasas teta, y aunque me hubiera gustado leerlo más de seguido, lo he disfrutado mucho. (Entre tú y yo… Mereció la pena esperar dos horas en la cola de la Feria del libro para que me lo firmará y me llamará gilipollas, fue mi culpa jejejeje. El sol ya me tenía frito y no le entendí).

Mi más sincera enhorabuena, a pesar de que ya se lo hayan dicho mil veces, «Señor que tiene pasta».

Mi puntuación es de 8’5 sobre 10.

Reseña de «Aguja», relato de Sandra Gómez Moreno

Recuerdo aquel día como si fuera ayer, ojalá lo fuera. Han pasado tantas cosas, que con lo único que me quedo es con el orgullo personal de ser un ínfimo granito de arena, una brizna de aire que ayudara a esta magnífica reseñadora a dar el paso necesario y tan esperado por la gente que la queremos y respetamos. Esa mirada que me regaló cuando con total sorpresa le dije que escribiera un libro sobre sus reseñas, a lo mejor le ayudó a sumar en sus futuros sueños. Ojalá lo haga algún día, ese libro lo petará.

Sandra Gómez Moreno, ya no es solo alguien que lee y disecciona libros al milímetro con profesionalidad y respeto absoluto por los autores. Ella ya es una autora, escritora, contadora de sueños o como queráis llamarlo… Si lo dudas, leed este relato.

¿Es «Aguja» un relato convencional? No, los mensajes del corazón hacia la conciencia humana, jamás serán, ni olvidados ni típicos. Sandra apuesta por remodelar una historia dura y directa embadurnada en un halo de misterio e incertidumbre. Crees que sabes lo que va a pasar, pero no sabes en qué lado de la historia situarte, y a veces, saltas sobre la empatía de los personajes.

No os voy a desvelar la trama, pero si el trato tan exquisito que está autora hace sobre la capacidad que tiene el ser humano de olvidar el daño que se puede ejercer a otro ser de su misma especie, sólo con una palabra o un hecho. Triste, duro, real y como le dije en su día, necesario.

Todo en esta historia tiene su porque, hasta la portada y por supuesto, el título. Un guiño excepcional. Se lee como se bebe el agua fría en el desierto, con ansia, pero se aconseja degustarlo como el mejor vino.

Ya sabéis, que yo no soy un experto y mucho menos me caso con nadie. Al César lo que es del César y Sandra es y será lo que ella quiera. Pues lo ha demostrado en su blog La revolución de los libros y con este relato.

A continuación, os dejo la sipnosis de «Aguja»:

Aroa de la Fuente es una joven emprendedora que junto a su marido, ha abierto una librería en la zona del metro Colombia. 

Decididos a comenzar una nueva vida con este ilusionante proyecto, su tranquilidad se ve inesperadamente alterada por la aparición de alguien del pasado…

¿Quién es? ¿Qué hace allí? ¿Por qué aparece ahora? Y sobre todo ¿Cuáles son sus intenciones?

«Aguja» es una trepidante historia donde los hechos del pasado tendrán terribles consecuencias en el futuro. Ya que en esta vida, nada sale gratis…

¿Creéis que ya lo sabéis todo? Nada más lejos de la realidad. Para ello, entrad en este enlace y disfrutar de un gran relato, de un gran mensaje.

Mi más sincera enhorabuena, querida amiga y ESCRITORA.

Mi valoración es de 8 sobre 10.

«Una nueva historia» Capítulo 3

Nos acercamos poco a poco al meridiano de esta extraña historia. A estas alturas, las incógnitas, las cavilaciones de cada una de vuestras cabecitas pensantes, tienen su propia teoría…Lástima que llegue yo y os la líe de nuevo.

Recordad: Nada es lo que parece, en esta historia y en la vida en real en general.

Que los disfrutéis. Os quiero 3000.

¿TRES?

Es muy probable, que a estas alturas, algunos ya hayáis dejado de lado esta historia. No os ha atrapado lo suficiente o quizás la espera, prolongada de mes a mes os ha sumido poco a poco en una desidia a la que muchos nos agarramos por el mundo en el que vivimos. Ese que nos da todo en tiempo real y al instante. Ese que nos prepara delante de un sillón para ver de una sola tacada y apenas sin respirar, una temporada entera, sin cortes y sin anuncios de la serie que os está corroyendo la sangre…Que se lo pregunten a George R. R. Martin.

Incluso, ahora mismo, los pocos que seguís a este pirado y a esta historia, os estaréis preguntado qué demonios hago escribiendo esto en el tercer capítulo de las últimas horas de Juanma. Tiene una fácil explicación…

Mi primera idea era crear una historia directamente contada por el protagonista, pero en tan solo dos capítulos y un prólogo, y casi sobre la marcha, he decidido cambiar de nuevo las tornas. Me he colado como narrador entre los desvaríos, recuerdos y miedos de nuestro senderista, pero ¿Y si os digo que hay mucho más entre estas líneas?

Para mí, esto es un juego de improvisación. Un reto. Una historia sin un final aparente y lleno de cambios, según surjan en mi cabeza. No os molestéis en buscar un final a este cuento sepultado, pues ni yo mismo sé cómo acabarlo.

En esta vida es esencial tener varios puntos de vista. Con ellos puedes enjuiciar mejor la actitud de las personas, ya que el ser humano de hoy en día de caracteriza por la facilidad de sentenciar a alguien por tener un pensamiento libre y a contracorriente del resto de los pobres mortales.

¡Joder! Menuda chapa os acabo de soltar. Y solo para contaros que en este capítulo, no habrá un protagonista, sino una protagonista, la supuesta víctima: Verónica.

Cuando encuentres esta nota, después de leerla, pensarás que soy la persona más horrible del mundo y no te quito la razón. Llevo pensando en esto detenidamente desde hace muchos meses. Eres el mejor ser humano que he conocido y que jamás conoceré, y lo sé, soy una imbécil y una idiota sin parangón. He encontrado lo que todas buscan durante toda su vida y lo voy a dejar marchar por mí obstinada cabezonería. A pesar de todo, sé que en un principio buscarás una razón lógica a todo esto, pero créeme, no la hay. Sé que nos hicimos muchas promesas y en su momento, yo era parte del peso de esa balanza que nos llevaba sin remedio hacia la felicidad más rotunda, sin embargo, no puedo hacerte más daño y engañarme a mí misma. Soy una cobarde, aunque para ti, sea una maldita hija de puta calienta braguetas.

Cuando encuentres esta carta, entenderás muchas cosas y sé que te arrepentirás de todo lo pensado sobre mí…ojalá la encuentres muy tarde y yo ya esté demasiado lejos para que nunca más me encuentres.

Juanma, ¿recuerdas aquel día en el que te pregunté si confiabas en mí? Hace unas horas confirme mis sospechas. Yo no era la que estaba en nuestra habitación follando como una loca con otro tipo, era mi amiga Clara. Le pedí que se fuera con su novio a nuestra casa y se pegaran el lote en nuestra cama.

Durante todos estos años, he pensado que había una parte de ti demasiado especial, orgullosa y sobre todo, aferrada a la desconfianza y a no dar todo de ti a los demás por el miedo a ser herido. Pero sobre todo, a tu enfermiza competitividad en todo. Te prometo, te juro por la memoria de mis padres, que no he hecho todo esto para que creas que te he ganado la última partida, sino para ayudarte a comprender lo que significa dar tu alma a alguien con el absoluto convencimiento de su capacidad para cuidar el amor procesado por ella.

No dudo de tu amor, pero sí de tu manera de amar. Sabía perfectamente que no serías capaz de entrar en nuestro lecho de amor y descubrirme con otro, no solo Clara me lo ha confirmado, las marcas que has dejado en el cerco de la puerta de entrada con tu sonoro portazo han lapidado mi corazón para siempre.

Te quiero, Juanma, como jamás amaré a nadie. Y por ello me voy, con la esperanza de que algún día, una nueva sonrisa se cruce en tu vida y te borre de un solo beso toda la zona oscura que alberga horrores en el lado oculto de tu alma. Te lo dije un día y te lo repito hoy: “El amor es eterno si la confianza no tiene fecha de caducidad”.

PD: Espero que no hagas ninguna tontería y encuentres esta carta a tiempo. Ojalá algún día nos veamos de nuevo en aquel cementerio en el que íbamos a sellar nuestro amor eterno y estemos juntos de nuevo. Yo te esperaré toda la vida.

Te amo.

Verónica

Como podéis ver, en esta vida, nada es lo que parece y como os dije anteriormente, los juicios de valor, son tan rápidos como el centelleo de unos ojos en fase REM. La pregunta ahora es la siguiente: ¿Si Verónica amaba a Juanma y le tendió una trampa para comprobar la valía de su amor, quién demonios la ha matado? ¿Dónde está la carta que le dejó? ¿La tiene el asesino de Verónica? ¿Existe en realidad ese personaje? Y sobre todo ¿Quién demonios es aquel ente que se le ha aparecido a Juanma en Sand Hill y que quiere decirle?

Os voy a dejar con un pequeño avance del ¿cuarto capítulo?

Retomó la carrera, sin gritos ni maldiciones, ni siquiera podía controlar las respiraciones mientras huía. Ahora sí miraba hacia atrás y percibió como aquella nebulosa dorada extendía sus brazos, como intentando buscar sus abrazos, esos que Verónica catalogaba como “Reseteos del alma”….Y cayó.

Un agujero, del tamaño de un ser humano de complexión media lo engulló sin apenas “masticarlo”. El golpe fue contundente, pues su hombro derecho se hizo con el peso de su cuerpo y la tierra húmeda sirvió de poco parapeto. Antes de caer en la tenebrosa inconsciencia, supo que había caído en el agujero de una tumba…Imaginaos cuando despierte, consiga salir y vea que en ella pone su nombre.

No le queda nada por sufrir al pobre de Juanma y a vosotros…Si queréis, claro.

Yo y mi circunstancia

¿Hasta dónde? Hoy cumplo 42 años y hace dos días me imaginé, soñé despierto e incluso deseé doblar esa cuantía de vivencias antes de que la parca llegara ante mi puerta con la carta de desahucio. Si tuviera que hacer un resumen de lo vivido hasta ahora, os diría que he aprendido muchas cosas y las más importantes me las sigue devolviendo la vida en forma de olas, como el efecto de un bomerang. Bofetadas de realidad que me hacen ver que cada uno de nosotros se cree con la absoluta potestad de tener el anillo de la verdad absoluta, ese que los une a todos y debe regir las opiniones, corrientes y vertientes de los sentimientos de cada uno.

Yo no soy nadie y seguramente, la mitad de las reflexiones o pensamientos que aquí os escriba, las tomareis como las falacias de un egocéntrico escritor (cosa que jamás me he llamado). Pero, ¿sabéis qué?, si toda esta parrafada sirve para remover algo en vuestro interior, sea malo o bueno, habré conseguido algo.

Una de las mayores lecciones que me ha dado la vida ha sido esta: Si no quieres que te juzguen, no empieces por querer ser el Fiscal del distrito de las decisiones ajenas. Yo prefiero ser un abogado de oficio, aprender de todos y quedarme con lo mejor de los demás.

La suma de mis errores me dice quien soy y os puedo asegurar que soy el ser más imperfecto de todos. Por culpa de mi condenada empatía, he perdido a mucha gente, y siempre por querer ayudar a los demás. De una manera u otra, al final me ha salpicado en la cara y el vaso de la frustración y la desidia se ha colmado desde hace unos días.

Por ello y por mi familia, he decidido dejar las redes sociales o al menos Facebook. En ella, he tenido el placer de conocer a muchas personas, buenas y malas, pero por desgracia y por mis putos sentimientos, he perdido a los que he considerado mis mejores futuros amigos.

Creé las preguntas diarias en un principio por aburrimiento, sin esperanza de ser escuchado o leído y poco a poco se fue creando una familia virtual de la que me he sentido muy orgulloso. Los primeros designios de esta nueva idea, se convirtieron en un experimento social muy lucrativo, en el que los unos ayudaban a los otros y la sensación de amistad, apoyo y cariño, crecía pregunta a pregunta…. Pero los demonios del ser humano siempre terminan escapando de las prisiones más oscuras del alma y son, en esos momentos, en los que dejamos de ser personas, para convertirnos en animales e intentar ser El rey de la manada y el raciocinio.

Cada persona es un mundo y sin embargo, todos respiramos el mismo aire. ¿Qué cosas, no? Nos enseñan que hay que ser de un equipo de fútbol, de un partido y por supuesto de una religión, y yo pregunto: ¿Quién nos enseña a ser personas, ser solidarios, ser agradecidos, ser comprensivos, ser educados? Por eso la educación es tan necesaria desde la misma cuna. Con esto no digo que la gente no sepa educar, jamás se me ocurriría. Sin embargo, obviamos el hecho de cómo esta sociedad nos ha manipulado, moldeado y cocinado a su antojo entre los ingredientes del egoísmo, la hipocresía y mala praxis de nuestros corazones. La tecnología y su control, la avaricia del consumismo que nos lleva querer más, en vez de «ser más».

Me encantaría vivir en mi propia distopía, moldearla a través de mis propias experiencias y evitar un cortocircuito mental. Imaginaos si todo esto en realidad fuera Matrix, yo lo tengo claro, me tomaría la pastilla roja. Quiero y siempre querré la verdad, no la mía, siempre la tuya.

Quizás he dicho mucho, pero no he contado nada, o al menos, nada que tú ya no sepas. Me quedo con el consuelo de utilizar este rincón como un ejercicio de reflexión o confesión. Siempre viene bien un buen lavado de alma.

Un fortísimo abrazo a todos. Os quiero 3000.

Óscar Lamela Méndez

«Una nueva historia» Capítulo 2

Como ya os dije en Facebook, poco a poco cerraremos esta historia. Por ello, hoy nos adelantamos medio mes y os dejo esta segunda capitulación de una historia que no os dejará indiferentes.

¿Será de Véronica? ¿Qué está pasando en Sand Hill?

¿DOS?

Ven aquí. No te vas a escapar tan fácilmente, rubia.

‒¡Déjame! Sabes que odio las cosquillas. Y no me gustan estos juegos entre las sábanas.

‒Antes si lo hacían. Incluso cuando recorría tu piel lentamente con mis manos. Así descubrí ese lunar tan bonito y original que tienes en el codo…Ahora no me dejas ni tocarte. Todo es tan frío.

‒Por favor Juanma. Es muy temprano y sabes de mi mal humor por las mañanas. No me lo tomes en cuenta.

‒Yo solo quería verte reír, Verónica. Es lo único que me hace feliz.

‒Lo siento mi amor. Te prometo que esta noche te lo compensaré, ahora debemos irnos a trabajar. Las facturas no se pagan solas.

De rodillas, y siguiendo el balanceo de aquel trozo de carne muerta salpicando sangre y agua sobre la tierra mojada, Juanma recordaba la última vez que vio a su ex y las últimas palabras que le dijo: “Siempre me llevarás contigo, pues esa mancha en tu brazo no es un lunar, es mi corazón, mejor que un tatuaje”.

Esa misma noche, cuando llegó a casa, Verónica había aprovechado todo el día para hacer sus maletas y llevarse todas sus cosas. Hasta aquel estúpido gatito de peluche, que en la feria del pueblo, insistió que le consiguiera con esas escopetas tan ortopédicas.

No, no podía asimilar que ese brazo que tantas veces le rodeó, que esa mano que tantas veces le acarició, ahora estuviera bailando como el propio Gene Kelly en “Cantando bajo la lluvia”.

El terror siempre se ha caracterizado por sus infinitas capas. La primera, ese escalofrío eléctrico, un rayo fugaz que te pone en alerta; la segunda capa es más gruesa, la que soporta todo el estupor en su más pura esencia; la tercera es una mezcla de sorpresa y asimilación; y por último, la cuarta, la peor de todas, el cómo y el por qué.

Temblando, mirando derredor con la misma velocidad que un aspersor y los nervios acumulándose en su garganta, tragó como pudo ese último hálito de incredulidad y se puso de pie.

Quizás no sea el suyo ‒pensó‒. Pero, joder, aunque no lo sea, es un brazo humano. ¿Qué hace ahí? El tiempo que lleva es evidente, apenas unas horas. Este lugar suele estar cuidado y bien conservado. Alguien lo hubiera visto y esto ya estaría en todas las noticias y las redes sociales del país en segundos.

Alguien me ha seguido. Alguien sabe que venía hasta aquí. ¿Pero quién? Y si este brazo es de Verónica, ¿por qué la ha matado y lo ha traído hasta aquí? ¿Alguno de sus amantes? Pero, ¿por qué me deja a mí este mensaje? Fui la última mierda que pisó antes de dejarme.

El traqueteo de preguntas en su cabeza empezaba a rasgar su cerebro como unas uñas afiladas sobre una pizarra. No podía ordenar sus pensamientos, así que se acercó hasta la soga y comprobó lo inevitable. No se atrevió a cogerlo, cogió una rama gruesa del suelo y paró el balanceo, se acercó y las lágrimas dieron paso al epílogo, al corazón de la última capa del terror, la pérdida definitiva de la persona a la que más amó en su vida.

Algunos os preguntaréis el sinsentido de aquellos sentimientos. ¿Qué más da si era de ella o no? Esa zorra le abandonó como a un perro en plenas vacaciones de verano y le llevó, curiosamente, a ese lugar para abandonar la tierra de los vivos para siempre. No podía evitarlo, la amaba…pero una parte de él, la odiaba por igual.

Me llamabas egoísta. He llegado hasta aquí por ti y cuando decido reunir el valor suficiente para acabar con mi vida, tú y solo tú, decides adelantarme por la calle de la derecha y antes de irme, me das la última puñalada trapera, el último estoque: No dejarme morir en paz.

¡Maldita hija de…! Me acabas de robar las fuerzas. Ahora no puedo irme sin saber lo que te ocurrió y quién te hizo esto. Ese alguien debe estar todavía aquí….¿pero?

El cielo seguía medio encapotado a pesar del escampe. El silencio abría sus puertas y dejaba a una leve brisa helada que rodeara aquel valle, dejar su sello. De pronto, un leve sonido, ínfimo, hizo acto de presencia, mezclado con el vaivén de las hojas de los árboles que a lo lejos parecían saludarle…simulaban el crepitar de unas pisadas cortas. A su espalda notaba que alguien o algo, se acercaba, cada vez más. Giró sobre sí mismo y no vio nada. Una leve vibración se hacía poco a poco con el control de su cuerpo desde las puntas de los dedos de sus pies, hasta el último bello de su nuca.

Corrió, sí, empezó a correr, sorteando cada una de las tumbas y cruces que minaban aquel campo santo ficticio. No sabía el porqué, pero el miedo lo empujaba a seguir sin mirar atrás. Tras varios metros recorridos y sin darse apenas cuenta por el temblor y la tensión acumulada en su nuca, quedó al descubierto de esa presencia en el centro circular empedrado. A su merced…De nuevo, un leve rumor. Parecía un llanto, un lamento acumulado en una botella de esas que guardan magistralmente un barco en miniatura…

‒¿Por qué?

«¿Quién cojones?…» Juanma lo oyó claramente. La típica pregunta de la que se apodera un niño pequeño cuando empieza a cuestionarse las primeras incógnitas de su vida. Por desgracia para nuestro protagonista, o quién sabe, si por fortuna, aquel lamento no poseía la misma cadencia inocente infantil. Gruesa, arrastrada en su contexto, sin poder dilucidar su sexo, el timbre de aquella simple pregunta era una desgarradora súplica en el tiempo.

‒¡Vale! ¡Como broma ha estado muy bien! ¡Seas quien seas, casi consigues que me cague en los pantalones, pero déjalo ya!

‒¿Por qué?

 De nuevo y a lo lejos, aquella mortífera cuestión, cortaba el aire en el ambiente y el oxígeno en los pulmones de Juanma. Sin tiempo para asimilar nada y con la misma rapidez que el aleteo de una mariposa, una sombra hizo acto de presencia a centelladas de entre las pocas cruces que separaban el empedrado de las Nike del senderista. El cielo, tapado con su edredón de nubes opacas, apenas dejaba un resquicio de luz, pero el suficiente para hacerse notar aquella inconfundible melena dorada, larga y rizada de ….

‒¿Verónica?

Reseña de «No confíes en Peter Pan» de John Verdon

Dicen que siempre hay una primera vez para todo, este no es el caso, pero no sabéis la rabia que me da el terminar una novela y tener la sensación de que he perdido la oportunidad de leerme otra mejor.

Cuando llegó a mis manos esta cuarta parte de la saga del detective David Gurney, creado por el escritor estadounidense, no las tenía mucho conmigo y a pesar de que las tres primeras historias eran muy buenas, mi afán por terminar esta saga me llevó a ello, y la gracia es que al terminarla, me enteré de que aún tiene dos más (no los pienso leer en años).

Voy a ser totalmente honesto con vosotros: se podía haber ahorrado escribir este, pues no sé cómo serán los otros dos, pero este es un truño de mucho cuidado.

Admito, que al menos es fácil de leer, pero Gurney a llegado a aburrirme hasta la saciedad. Demasiadas pinceladas sobre las cosas cotidianas de su vida personal con su mujer, a la que no termina de complacer con apartarse definitivamente de las investigaciones policiales y a pesar de estar retirado. Un concepto muy trillado ya y que te saca de la trama principal con mucha facilidad, quitando ritmo a la historia.

No me iba a molestar ni en reseñarlo, pero bueno, creo que merecéis pasar de puntillas por una historia cuya resolución final es una fumada de padre y muy señor mío. Cogido con pinzas es poco….no hay tendedero donde colgarlo.

Personajes típicos, sin fuerza, exceptuando el asesino, cuya personalidad atrapa, pero su aspecto te echa para atrás….un sicario de metro cincuenta, no digo más.

A continuación os dejaré una pequeña sipnosis personal, para que juzguéis vosotros mismos:

«Gurney, en su exilio vive una vida que no siente suya. Ama a su mujer, pero odia estar lejos de la polvora, la sangre y la adrenalina que le provoca la búsqueda de los malos.

Una tarde recibe la visita de su amigo, Hardwick. Este le pide que le ayude a desmontar la falsa estructurada alrededor del asesinato de un rico empresario y por el cuál, su cliente, la mujer del mismo, ha sido acusada y condenada de su muerte.

El abogado muestra al protagonista todas incoherencias del caso, pruebas defectuosas y manipuladas. Esto, más la extraña muerte del empresario en pleno funeral de su madre, hace que Gurney pique el anzuelo.

Conforme él mismo va deshilando la historia, se topa con varios candidatos a ser el culpable y descubre que el gatillo lo apretó un sicario, el mejor del mundo. Esto le lleva a través de una persecución fratricida, no solo del asesino y el que lo contrató, sino de sus propios demonios y su constante amor por el peligro y vivir al filo de la muerte».

Si te ha engañado mi resumen, no me hagas caso. En serio, léete los tres primeros, son muy buenos y a otra cosa mariposa.

Mi puntuación, y soy muy generoso, es de un 5’5.

Óscar Lamela Méndez.

Una nueva historia Capítulo 1

Antes de nada, quiero daros las gracias a todos los que habéis participado hasta ahora en esta nueva iniciativa. Mi corazón no puede y no deja de crear historias para sorprenderos, pero sois vosotros los que no dejáis de entusiasmar a mi alma con vuestro cariño y apoyo. Espero, que con este primer capítulo, os siga haciendo disfrutar de la que pretendo que sea, vuestra historia, y no la mía.

Que se abran los caminos….

¿UNO?

Para Juanma, todo tenía un porqué. Una explicación necesaria. En el fondo, él sabía quién generaba todas esas suspicacias, el miedo. Miedo a todo, sobre todo a perder. Era competitivo a más no poder. Desde pequeño, siempre se tomó la vida como algo más que un juego. Tal era su furia y concentración en una contienda, que sus padres en una ocasión, con tan solo cuatro años, tuvieron que llevarle a urgencias por la “mala ingesta” de unos frutos secos tras querer ganar a su hermano Carlos de 8 años, durante sus juegos infantiles en el parque del barrio en el que residían.

Con su ex, era igual. Miles de veces, en todas aquellas discusiones tenidas a lo largo de sus años de novios, ella le recriminaba el hecho de imponer sus ideas por encima del raciocinio, simplemente por el hecho de vencer en una discusión. Eso conllevaba al egoísmo, y aunque él odiaba esa parte del ser humano, no lo podía evitar.

Los paraguas, otros de sus archienemigos desde la época juvenil en el que le cayó más de una colleja de su madre por dejárselos en las clases del colegio, eran inevitables, como el propio Thanos. En aquellos momentos, daría su brazo izquierdo por uno. La puta libreta de los Lannister se estaba jodiendo.

A pesar del aspecto árido percibido en la última secuencia del film de Sergio Leone, la vegetación que rondaba a Sad Hill, antes de poner un pie allí, era dificultosa. Más si cabe, con la tromba de agua desatada en tan sólo un par de kilómetros sobre el bueno de nuestro personaje.

Todos somos buenos hasta que se demuestra lo contrario, sin embargo, en este caso, Juanma era un valor seguro al que apostar. Sé que os medio prometí no enrollarme mucho con la historia personal de este tipo, pero a veces, es necesario hacer una pequeña introducción hacia los entresijos más oscuros de un alma atormentada desde su más tierna infancia.

En ella, este aficionado al senderismo y al rock, fue mal diagnosticado con un leve grado de autismo. Juanma, simple y llanamente era muy suyo, y una de las personas más sensibles del mundo. Veía más allá de lo que podría hacer cualquier ser humano. No, no me estoy refiriendo al don de ver espíritus y cosas de esas. A pesar de su ansia (conocida por toda su gente), de ver en alguna ocasión un aparición, su poder era otro, más particular y doloroso. Sabía al momento de conocer a alguien, si esa persona era buena o no.

Por pura ironía de la vida, el amor anuló su habilidad y cuando conoció a Verónica, su mundo se vino abajo. Dejó de lado a todos y su vida consistió en respirar cada uno de sus gestos. Ahora, los únicos que tenía grabados a fuego en el corazón, abrasándolo poco a poco, eran los gemidos de esa zorra cuando detrás de la puerta de su dormitorio los escuchó mientras se retorcía de placer con otro. Uno de tantos. Sin embargo, esta fue la primera vez que la pilló en plena acción Siempre había imaginado esa escena en su juventud, y cuál sería su reacción. El dolor producido hacía solo dos semanas, fue tan fuerte, que se dio media vuelta y se fue, eso sí, dando un portazo tan grande que temblaron hasta los cimientos del edificio de la casa en el que aun vivían de alquiler.

Bajo la lluvia, con un cielo a medio abrir, de esas tormentas apoderadas por los gitanos, cuando el sol insiste en no irse, Juanma notaba las gotas de lluvia como pequeños puñales sobre su rostro y su piel, a pesar de ir al menos con un chubasquero turquesa de Decathlon y toda la ropa necesaria para una buena adaptación al clima y el deporte a realizar.

Te di toda lo que era, Verónica. Perdí amistades, me enfrenté a mi familia por ti. Me dejé el alma en complacerte. Me negué a mí mismo la verdadera naturaleza de tu podrida alma y encima tuviste los bemoles de dejarme tú. Tú que hundiste el poco orgullo que me quedaba por el fango de mis sentimientos.

En ese momento, sin poder evitarlo, rememoró sus increíbles encuentros sexuales y la manera tan desaforada de involucrase en ellos hasta perder el sentido. Creyó firmemente en que su amor cambiaría a Verónica, se equivocó. De fondo, entre la tormenta y sus palabras, los cascos del móvil le traían los primeros acordes de la famosa canción de Metallica “Nothing else matters”. Temblaba, y la mezcla de recuerdos y lágrimas, eran los ingredientes esenciales para que su corazón sintiera un pinchazo, tan fuerte como hondo en cada poro de su piel.

Miró al frente, y a lo lejos, entre la arboleda verdosa que aún le tapaba parte del camino, pudo atisbar la explanada gigante de cruces, presidida por ese círculo empedrado, que según leyó en un artículo, alcanzaba los 30 metros de diámetro. Le temblaban las piernas, no podía evitarlo, no era por miedo, ni por frío. La causante de todo era Verónica y esa maldita promesa que se hicieron allá por el 98 de visitar ese lugar cuando ya fueran marido y mujer.

Puede sonar un poco macabro, pero era una forma romántica, al más puro estilo Poe. Crear la unión del amor y la muerte de forma poética, precisamente como una pareja que no puede vivir la una sin la otra. Pensaron en crear dos tumbas con sus nombres, como un simbolismo de su amor eterno. Duradero hasta y después de la sepultura.

¿Os podéis imaginar lo que supuso para este hombre encontrar su tumba ya lista? No, no podéis, porque aquella no fue la única sorpresa. ¿O es que acaso os imaginabais que esto iba a ser tan sencillo? Jamás os fieis de un escritor. Creo que es mejor oírlo de sus labios…

¡Putas aplicaciones de mierda! Son igual de efectivas que los hombres y mujeres del tiempo del telediario. No dan una. Menos mal que siempre he sido un tío precavido. La ropa de repuesto que llevo en la mochila, me va a salvar de un constipado, seguro…¿Qué… cojones…?

Perdón por la interrupción, Juanma había llegado por fin a la entrada de ese increíble cementerio circular. A unos pocos metros, sobre el famoso árbol pelado donde a sus pies residía aun la tumba de Arch Stanton, con fecha del 3 de febrero de 1862, colgaba la soga en la que tantos visitantes se habían hecho la foto de rigor, pero esta vez no había ningún particular friki posando, en ella, balanceándose como el péndulo de un reloj antiguo, colgaba un brazo humano. Y aún le quedaba ver “su agujero”….

¡Me cago en mi puta existencia! ¡Dios! ¿Qué hago? Será posible. He visto miles de películas y en estas situaciones siempre decía que yo saldría pitando, pero hay algo que me atrae. ¡Puta curiosidad y puto gato que la inventó con su muerte! Que sea lo que Dios quiera…

Me tiemblan hasta las orejas. Menos mal que la lluvia empieza a amainar. ¿Es? Sí, parece ser el brazo de una mujer. Delgado, uñas largas, sin vello, dedos cortos y…

Cuando Juanma estuvo delante de la tumba y pudo apreciar más de cerca el brazo cercenado, vio algo que le heló la sangre. Un lunar, en el codo, entre varias líneas resecas de sangre. ¿Cuántas personas podrían tener el mismo lunar en forma de corazón, en el mismo lugar que Verónica?

Reseña de «Ofrenda a la tormenta» de Dolores Redondo

Serán los años de lectura, será que humildemente escribo y trato de darle al cerebro las suficientes patadas para que espabile y no deje a mis lectores que me cojan, pero sin tratar de hacer ningún espoiler sobre el cierre de esta trilogía, os puedo afirmar que la escritora vasca no me ha sorprendido con el final. Es más, lo veía venir desde la segunda parte. Será por eso, que la primera historia, nos ha encandilado a todos desde su lectura e incluso a los que no la han leído y han tenido la oportunidad de ver la película.

No voy a negar el hecho de que no me ha aburrido, me he entretenido bastante, de hecho, solo ciertas muertes han sido las únicas sorpresas inesperadas que me he llevado durante la lectura. Que llegado el final, terminas de comprender. Además, es de agradecer que el cierre haya sido completo y bien explicado, aunque me chirrían las novelas que apuran hasta las últimas diez páginas para rematar la faena…. Qué queréis que os diga, soy más de unos buenos «preliminares».

Como ya sabéis, mis reseñas son un poco particulares y casi siempre hago una pequeña introducción con mi opinión y luego cuento un poco la sipnosis a mi manera. No sé si es lo correcto, pero yo «funciono así» (frase que copié de un querido amigo).

Bueno, en esta tercera historia de la saga del Baztán, la inspectora de la policía Foral se encuentra con un nuevo caso, la muerte de un bebé en extrañas circunstancias. Como todos podemos suponer, nada es lo que parece y el hilo de unión con el resto de tramas estará patente y la escritora lo resuelve con buena nota.

Amaia se mueve entre dos nuevas encrucijadas. La sensación de que su madre, aún sigue siendo una amenaza y el incontrolable deseo que le quema el alma por el joven y atractivo juez Markina.

Esta última relación, es la que definitivamente me ayudó a decantarme por cogerle cierto «asquito» a la protagonista y mandar por tierra toda esa pena y comprensión por sus actitudes hacia los demás a cuenta de su traumático pasado. Como dice un buen amigo: Te es imposible empatizar con esta mujer. Llena de inseguridades a pesar de su indiscutible inteligencia para desarrollar su trabajo con eficacia, pero siendo un verdadero desastre en su relaciones personales.

Su dejadez maternal y marital por la obsesión por su trabajo, se me hizo bola en la garganta y me sumió, a veces, en unas ganas incontrolables por darle un bofetón…en serio.

Como os dije antes, las sorpresas me las he llevado por ciertas muertes, que lógicamente no oso voy a desvelar, pero si os diré que una en particular me jodió muchísimo y me hizo odiar a la escritora. Punto a su favor.

Hay redenciones muy significativas durante la historia por parte de algunos personajes y el encuentro con la verdad de cada uno de ellos, revelada en el momento justo. Ideal para cerrar tramas y ciertos capítulos.

Bien documentada. La historia de ciertos lugares y personajes de leyendas de la zona, dan ese toque especial a la trama. Fiel a sus predecesoras y por supuesto necesarias para disfrutar más de ella a pesar de la rudeza y la oscuridad que rodea en general a esta trilogía, pero debemos recordar que es una novela negra y no La casa de la pradera.

Sin embargo, y por poner un único pero, la elaboración del conjunto de tramas es demasiado previsible y resta emoción e incertidumbre como la atmósfera creada en «El guardián invisible». Sin el olvidar el cansino empiece de casi todos los capítulos con la dichosa e interminable lluvia. Aún así, y vuelvo a insistir, el cierre de la trilogía es muy válido y conclusivo.

Mi puntuación es de 7 sobre 10 y creo que a alguno/a le parecerá demasiado generoso.

Óscar Lamela Méndez

Una nueva historia

Este será el rincón donde nos veremos todos los días uno de cada mes. A partir de hoy, 1 de mayo de 2019 y sobre las 20:00 hora y totalmente gratuita, podréis leer una nueva historia que nació tras una conversación con mi hermana y mi cuñado. Pasó de ser un simple relato a un delirio que he decidido convertir en una historia por fascículos , al más puro estilo de finales del siglo XIX principios del XX en los periódicos del mundo, sobre todo en Inglaterra y que tanto popularizó el gran Arhtur Conan Doyle y su afamado Sherlock Holmes.

La duración de esta nueva invención, durará lo que vosotros solicitéis. Será marcada por vuestro seguimiento y lectura. Al final de ella, será premiada con la posibilidad de darle título a la misma, tras un sorteo entre los nombramientos más significativos y atractivos para el que os la ha ofrecido.

Espero estar a la altura y no quedarme solo en este viaje. Sin más dilación, os dejo el primer «avance» de esta historia.

Os quiero 3000.

Prólogo

Parece que he vivido mil vidas y en ninguna de ellas he encontrado el camino exacto hacia casa. Toda ella, al menos desde que tengo uso de razón, la he pasado entre la majestuosidad de estos caminos verdes, su aire puro y su bendita contaminación  que tanto nos empecinamos los humanos en destruir. En cierto modo, así me siento ahora mismo, como la madre tierra que nos acogió hace tantos milenios.

Aquí puedo volver a respirar y después de todo lo ocurrido, he tenido la genial idea de venir solo hasta aquí y dejar que ella me guie hasta encontrar un nuevo sendero por el que retomar la vida que tú me has robado. Lo sé, jamás leerás esto, por ello tengo la certeza de ser más libre a la hora de plasmar mis sentimientos en este cuaderno rojo con la inscripción de un león. Ese regalo que me hiciste hace varias navidades y hoy me he decidido a estrenar entre el velo dorado concedido por el sol a estas horas tan intempestivas de la mañana. Mi única compañía en esta travesía.

Fue una de las tardes más maravillosas percibidas por mis ojos y memorizadas por esta mente oscura. Tu sonrisa, mis nervios y nuestro restaurante favorito en el que nos pasamos horas y horas charlando. Buscaba la manera más original de pedirte la unión de tu alma a la mía y no me sirvió de nada las miles de horas entre películas románticas y libros. Me temblaba cada poro de la piel. Siempre te reías de mí por mi obsesión por los superhéroes, pero al igual que hace dos noches, ese día intuí por mi “sentido arácnido” el susurro de un final desastroso.

Dos días, con sus noches y sus horas eternas sin probar bocado y mucho menos sin dormir. En esa puta cama sí que ha llegado el invierno, y no en los siete reinos de Poniente.

El caso es, que después de preparar días antes mi propuesta de matrimonio con el dueño del restaurante y provocar una pelea ficticia con uno de los camareros del restaurante, tú y con tu impetuosa forma de defender a los tuyos, le arreaste un puñetazo en todos los morros al pobre chaval cuando intentaba sacarme del local tras mis aspavientos provocados e insultos de rigor…Dios, me has dejado, por otro, y aun así, ahora mismo, sentado en esta roca llena de musgo y a los pies del monte, no puedo dejar de amarte.

Eras, eres y serás la puta droga que acabe con mis huesos en un agujero. Por eso estoy aquí. ¿Lo recuerdas?

¿A quién cojones hablas, Juanma? Sí, os prometisteis ambos el subir esta llanura antes de la boda. Fue como una especie de fin de etapa. Al final de ella, en la cima, enterraríais todo lo malo ocurrido durante los cinco años de novios. Una vez convertidos en marido y mujer, cómo este sendero inexplorable hasta ahora por nosotros dos, dejaríamos que las estrellas nos guiaran…

¡Me cago en el puto universo y en la astrología del amor! ¡Y en mí mismo! No sabes cuánto me odio, Verónica.  El rumor de unos inocentes pajarillos revoloteando alrededor de esta ensenada verdosa, los conviertes en el sonido gutural y chirriante de unas urracas roncas con tu recuerdo.

Te odio, con la misma equivalencia a la que te amo. Desde luego, se cubrió de gloria el inventor o inventora del inoportuno dicho aquel: “Los polos opuestos se atraen…” Ya me acuerdo, Faraday, Michael Faraday. No sé quién fue tu camello, pero se lució contigo, amigo. Bueno, creo que va siendo hora de dejar de divagar y compadecerme. Voy a subir. Me esperan cinco mil cruces clavadas en la tierra. Por supuesto, voy a enfrentar el último tramo del camino con la versión de Metallica y la orquesta sinfónica de San Francisco grabada en su disco S&M del inigualable Ennio Morricone…”The Ecstasy of gold”.

Pocos sabrán esto. La famosa e icónica escena final del  “Spaghetti western” de “El bueno, el feo y el malo” de Sergio Leone, fue grabada en Burgos, concretamente entre Santo Domingo de Silos y Contreras, en el valle de la Mirandilla. No es que este haya sido un lugar especial para nosotros de toda la vida. De hecho, no somos ni de la zona…

 Maldita sea Juanma, deja de hablar en plural, ya no existe un nosotros. Y sabes perfectamente que ella era y es de la zona, muy a tu pesar. Esa aldea de Ahedo siempre te dio muy mal rollo. Cuatro casas en medio de la nada y esos abuelos paternos que te miraban como si fueras el violador particular de su nieta.

Ahora, podría llevarme durante un par de páginas, contándoos la historia de amor particular entre este madrileño del barrio de Hortaleza y una aldeana de Castilla y León. Que se conocieron en una conferencia dada por uno de esos famosos escritores de libros de autoayuda. Que ambos eran un par de almas perdidas hasta que el destino los unió, pero no quiero aburriros y que dejéis de leer esta historia pasadas las dos primeras páginas.

Esta es la historia de un hombre, con más cuernos que un ciervo. Con un subconsciente tan sumamente frito por los avatares y escarceos amorosos de su pareja, harto de intentar hacerse ver así mismo que ella no era ella, que tras la ruptura, decide cometer la gilipollez de ir a un lugar en el que no hay nadie, ni siquiera gente enterrada en aquella gigantesca circunferencia ficticia minada de cruces y acabar con su vida.

Pero…¿Qué pasaría si llegado el momento y una vez allí, tras caminar como Eli Wallach buscando el dinero entre aquellas cruces blancas, nuestro protagonista encuentra una tumba abierta con su nombre?

Los que conocéis la historia de este lugar, quizás no os sorprendáis. Hasta los mismos protagonistas del film o el grupo de trash metal, antes mencionado, tienen su particular esquela en Sad hill, pero un absoluto desconocido, el cual pisa por primera vez ese lugar para despedirse de su pasado, presente y futuro, halla un hecho aún no ocurrido, como si el destino ya escrito, se adelantara a su futuro más inmediato y le pusiera las cosas más fáciles.

No podéis imaginar lo macabro del hecho y es completamente comprensible que penséis en su querida ex, como la artífice de toda aquella broma pesada y definitivamente, quien quiera deshacerse de su ex‒prometido de la forma más sencilla. Pero… y si no es así, y si aquí hay más jugadores ocultos, de otra índole o naturaleza.

¿Queréis saber más?

Para ello tendréis que pedírmelo y haber llegado hasta aquí.