Un canto a la esperanza

 

Todos los que me conocen, saben que mis gustos en cuanto a cine son muy diversos aunque he de reconocer que piensan que soy algo macabro en mis preferencias. Pocos saben que mi infancia estuvo nutrida de cientos de filmes clásicos en blanco y negro, los disfrutaba junto a mi madre. Entre toda aquella amalgama de títulos y géneros hubo una película que me marcó, hasta el punto que todos se sorprenden cuando la pongo en el número uno de mi lista de favoritas, esa no es otra que “Qué bello es vivir” (1946) de Frank Capra, de este director podría hacer más de un artículo, pero eso lo dejo a mi buen amigo Oscar, que controla muy bien la historia de los directores.

Frank Capea, director de cine

Yo en cambio os quiero hablar de las cosas que sentía y siento al visionarla.

Mis recuerdos con ella son en casa, con mi madre al lado, en silencio para no perdernos nada. Su comienzo es lo único que me descoloca algo, ya que esa conversación entre Dios y un ángel primerizo es algo que sorprende, pero ahora mientras la recuerdo, aquel doblaje antiguo lo suple, ya que disfruto mucho de aquellas voces del cine de antaño y sus tonalidades tan peculiares, (George Bailey es el actor y televisivo Jesús Puente) algunos se pondrán las manos en la cabeza pensando que un buen cinefilo no puede estar a favor del doblaje, pues lo estoy, quizá sea porque me he criado con él, pero disfruto y lo único para lamentar es que ahora van quedando pocos maestros de dicho arte. Pero eso es otra historia (como dirían en Conan).

 

Como decía al comenzar, ya empiezas a conocer la historia de George Bailey, desde niño ha sido un buen chico, hasta recibe unos golpes por evitar un envenenamiento. Ya de adulto todos sus sueños se van desvaneciendo por dejar que otros vivan sus ilusiones y anteponer el bienestar de los demás. 

Esa actitud ante la vida es la que me fascina de ese personaje, siempre me preguntaba si alguien así podría ser real, viendo como el mundo es tan egoísta, tan poco solidario, donde para quitarnos ese pellizco en el corazón ante el sufrimiento, damos unos euros a alguna asociación y así nos sentimos los más buenos del mundo, con eso, podemos cambiar de canal cuando en la tele sale el dolor ajeno, que hay que ver el nuevo episodio de nuestra serie favorita, no nos puede quitar tiempo.

Toda la cinta es un derroche de la bondad de George, ya pueden hacerle mil cosas, como dejarle sin estudiar cuando quería, abandonar sus deseados viajes y quedarse en Bedford Falls a seguir el negocio de su padre, prestando dinero a bajo interés para que todos puedan tener su propio hogar. Cuando se enamora de Mary, piensas que al menos en esa parte va a ser feliz, y gracias a como es, mucha gente esta contenta de verle enamorado y sus amigos crean en su casa una especie de luna de miel que ellos no se  pueden permitir.

Es de lejos la persona más querida del pueblo, todos le saludan con una sincera sonrisa.

Llegados a este punto siempre sentía una sensación de bienestar, todos sus sacrificios eran recompensados con el amor de su gente, de sus vecinos, me hacía pensar que ser buena persona era algo bonito, disfrutaba a cada buena acción del protagonista (increíble actuación de James Stewart).

Llega en tramo final de la película, donde por perderse un dinero están a horas de quebrar y que su empresa se la quede el banco de la ciudad, dirigido por el malísimo de turno (otro increíble Lionel Barrymore).

Ver la desesperación del personaje me desarmaba, vivía con él la angustia de descubrir que todo lo construido con su sacrificio se derrumbaba, en pocas pelis he sentido tal sensación de agobio, casi le grito a la pantalla que no puede desaparecer todo su esfuerzo.

Llegaba a entender su ira, su rabia y su solución, aún siendo como era, piensa que si no existiera no ocurriría ese desastre.

Ahora viene lo fuerte, tras intentar suicidarse, se le concede la oportunidad de ver como sería su mundo sin él. Reconozco que al tiempo que sufría viendo que no lo conocían, sientes que alguien así es imprescindible ya que ve que nadie en su pueblo es feliz.

No podéis imaginar el alivio que sentía cuando vuelve a la realidad, ya todos sabemos que él ha sido el pilar fundamental para que ese lugar sea un sitio habitable y con buenas gentes.

Ahora llega donde irremediablemente y cada vez, me derrumbo y sin pudor confieso que mis ojos se humedecen a la velocidad del rayo (de hecho estoy escribiendo esto y siento un nudo en la garganta).

Las gentes del pueblo se van enterando del apuro de George y todos, sin excepción acuden raudos en su ayuda, su casa se llena de agradecimiento y amor, no acuden por compromiso, no, van porque ha sido una parte fundamental en la vida de todos, saben que sin él su localidad no sería el sitio idílico que es ahora. Algo tan vulgar como es el dinero llueve en casa de George, todos se desprenden de ese papel si con eso ayudan a quien siempre ha estado ahí.

Reconozco que una sensación plena de felicidad llena mi corazón cuando veo esa escena. Todo se ha arreglado, incluso Clarence, su ángel, ha conseguido sus alas al ayudar a George.

Director y actor en un descanso del rodaje

Es posible que hayan otras películas que reflejen amor y solidaridad, pero al menos para mí, nunca tan logrado, con tanto sentimiento. El pueblo le debe mucho y no duda en responder y hacer una piña a su lado, todo se ha resuelto y solo queda cantar felices.

Repito que podría ponerme a hablar de fotografía, planos, guión, pero la verdad, eso me importa poco, esta cinta hay que disfrutarla con el corazón, sentir que quizá quede esperanza en un mundo que le resbalan los sufrimientos ajenos, si al menos intentásemos ser un poquito como George o al menos como sus vecinos, puede, digo puede, que el futuro fuera algo más esperanzador.

Para mí, esta peli eleva la esperanza y te hace pensar que la buena gente ha de tener su recompensa, pero no con dinero, sino con más amor y más compromiso.

Suelo verla más de una vez al año, pero sobre todo cuando estoy flojo de moral o no entiendo algo (ya podéis imaginar que tipo de dudas) es llegar a la última escena y mi sonrisa esta pegada a la cara y hasta creo en la bondad de las personas.

 Podéis llamarme iluso y puede que lo sea, pero no me quitéis la idea que el bien llama al bien y este film es justo eso, una llamada a la esperanza y a la bondad. Si alguien me esta leyendo y no me entiende, pues, no la ha visto o la ha olvidado, en cuanto acabes, ya tardas en revisionarla y ensanchar tu corazón y a saber valorar a quienes se sacrifican por lo demás sin esperar nada a cambio, se lo debemos todo.

¡¡¡Qué bello es vivir!!!  la llamada a la esperanza en mayúsculas.

 

Javier Vilar

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