Reseña de El motín de Feliciano González
Leyendo en prosa a Feliciano, después de empapar mi alma novicia como consumidor de poemas, te das cuenta que es imposible despegar su cuidada armonía escrita a la hora de contar una historia novelada. Eso ni es malo ni bueno. En mi caso en particular os puedo decir que como amante en parte de la literatura antigua, me crea cierto complejo, porque al igual que he leído a otros compañeros que manejan la palabra como un cirujano con 40 de fiebre y sin temblar, te hace replantearte muchas cosas.
Para mi es una gozada. Disfruto y he disfrutado mucho de esta historia que nos lleva al Madrid de 1836 en plena ebullición entre la monarquía y el pueblo, liderado por grupos libertarios y literarios…ya me molaría que fuera así hoy día. Aunque si es cierto que en esta trama se entrelazan demasiados lazos embadurnados de intrigas, secretos, revoluciones internas y conspiraciones al más puro estilo de Juego de tornos llegando por supuesto al crimen.
En medio de todo esto, sin comerlo ni beberlo, se encuentra el protagonista de este pequeño thriller histórico, Felipe Gonzaga. Un anónimo profesor al que se le asignará la tarea de educar a la joven princesa Isabel II y cuya madre y viuda María Cristina de Borbón deberá lidiar con los problemas del país. Para colmo de males, entre el séquito personal de la reina, se encuentra el amor del funcionario, la bella Marian con la que pretende casarse y salvar de la que se avecina.
En esta novela no te puedes fiar de nadie y a pesar de ser corta, de apenas 178 páginas, se condensa una gran carga emocional, no solo por los temores del amante, sino por lo que pierde en el camino. No diré más.
La trama en concreto se sitúa en el descanso estival de la familia real en el conocido Palacio de la Granja de San Ildefonso de Segovia y que es famoso por su infinidad de fuentes que solo eran encendidas el día del cumpleaños del rey regente de España hace años. Hoy ya se pueden visitar en horarios concretos y puedes disfrutar del espectáculo. 146 hectáreas de jardín donde en aquella época residía la guardia militar y que será parte importante en esta conspiración, pues su inesperado motín, que da título a este libro, lleva a Felipe por un camino tortuoso en el que su único objetivo, a pesar de encariñarse con la heredera al trono, es salvar a su amante.
Yo, apasionado reconocido del romanticismo, no solo español, he vivido la propuesta de Feliciano con mucho interés y he notado como ha adecuado correctamente su prosa y los diálogos de diferentes personajes según su estatus social. Además, nos ofrece una atmósfera en ciertas ocasiones oscura y perturbadora donde se refleja el más puro instinto del ser humano, que es la supervivencia por encima de todo. Tanto en las altas como bajas esferas.
El autor madrileño no deja de lado, por supuesto, como en todas las novelas de este género los giros argumentales, proporcionando un broche perfecto a la historia y generando cierto desasosiego al lector. Es cierto, al ser una novela corta, no te da tiempo a empatizar con los personajes mucho y a veces el dolor de los mismos, es difícil hacerlo tuyo por el desapego emocional que no ha dado tiempo a crecer dentro de ti. Aún así esta bien llevado y la diferencia entre cada unos de los personajes es abismal, sobre todo por sus metas y ambiciones.
También debo destacar que ha cierto tipo de lector, la prosa con la que arranca Feliciano le puede resultar algo costosa, pero se ha de entender en el marco en el que esta situada y el personaje que la lleva a cabo. La documentación es impecable, aunque me hubiera gustado un poco más de profundidad en la recreación ambiental, no de la época, sino de los escenarios. Con esto no quiero decir que el autor se lleve dos o tres páginas describiendo una fuente o un escenario al milímetro, pero si adecuar esta al ritmo de la intriga, que si es tocada en algunos momentos.
En general, una buena historia y una etapa que personalmente, no conocía de nuestro país y que no esta mal recordar. En términos generales y personales, me llevo una última reflexión de lo que nos ha contado Feliciano y es que aunque no lo parezca, las palabras siempre hacen más daño que las acciones. Solo ellas son capaces de llevarnos a esos últimos extremos.
Mi puntuación es de 7 sobre 10.
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