Reseña de «Los restos del día» de Kazuo Ishiguro
Creo que es la primera vez que me enfrento a una reseña en la que no tengo ni idea de que decir. En primer lugar y para poneros en situación, esta novela del Premio Nobel del 2017 Kazuo Ishiguro, llegó a mis manos tras la recomendación de una querida amiga. Hasta ahora, sus gustos no se habían diferenciado mucho de los míos y siempre había acertado en sus observaciones sobre ciertas lecturas clásicas. Supongo que en esta ocasión, me dejé llevar por un pequeño exceso de confianza y también, que ella aún no la había terminado. En resumidas cuentas, Los restos del día es una novela bastante obsoleta para mi gusto, con una línea argumental demasiado plana.
Como algunos ya sabréis, esta libro tuvo una adaptación cinematográfica allá por 1993 de la mano del director James Avory e interpretado en sus papeles principales por Sir Anthony Hopkins en el papel del estirado mayordomo Mr. Stevens y Emma Thompson en el papel de la ama de llaves de la mansión Darlington Hall, Señorita Kenton.
Nos situamos en la Inglaterra de la postguerra, allá por 1956 ya. Stevens lleva toda su vida como fiel mayordomo de lord Darlington, hasta que este muere y sus tierras son compradas por un rico americano muy particular, llamado mister Farraday. La historia es contada por nuestro protagonista a través de un viaje, ya que su nuevo dueño, le deja su Ford para que emprenda un viaje (su primer viaje) y se tome unas pequeñas vacaciones, antes de retomar sus labores y conseguir un nuevo servicio para Farraday.
En ese viaje, Stevens nos recuerda partes importantes de su vida y la de su, hasta ahora, adorado Darlington, un lord bastante particular que en plena Segunda Guerra Mundial fue bastante partidario del bando nazi. Algo que poco a poco Stevens irá escarbando en su memoria y que se mezclará con sus recuerdos sobre la persona por la que hace ese viaje y que en su foro interno, desea volver a ver, su querida amiga y compañera, la señora Benn, pues Kenton se casó y se fue de la mansión hacia unos años.
¿Qué podemos decir de esta novela? Esta ecrita con una exquisitez digna de la época y muy bien ambientada. La pluma del escritor japonés es una delicia en todos los sentidos, pero su narrativa choca mucho con el ritmo de una historia, que como os he dicho antes, pasa totalmente desapercibida para mí.
Stevens es el estirado y clásico inglés, con una educación estricta herederada de su padre, antiguo mayordomo también de la familia Darlington. Su sentido de la servidumbre a veces roza el extremo y te entran ganas de darle una hostia para que despierte y se de cuenta de lo que tiene a su alrededor, cosa que se insinúa en varias ocasiones a través del personaje de Kenton y su más que claro interés romántico por él.
En su viaje, conoce a personajes muy interesantes, como el médico del pueblo en el que pernocta por un problema en su vehículo y dónde la historia, toma un cariz diferente con respecto a lo evocado en el pasado. Además de su incertidumbre por la carta recibida por Miss Kenton en el que le da a entender que no está pasando una buena época en su matrimonio.
Yo, sinceramente, y sin desvelaros el final de la novela esperaba un final más lógico, que diera valor a una lectura demasiado lisa, aunque es cierto, que la personalidad del protagonista no daba para mucho más. En resumidas cuentas, mi animadversión por Stevens a estado patente durante toda la historia y creo que conociendo la maestría de uno de los actores más importantes del cine, como es Hopkins, este cariño crecerá sin duda aún más.
Muchos os preguntaréis, ¿por qué este hombre no nos cuenta nada más? Porque no hay mucho más que decir. De verdad, he sentido que he perdido medio mes con este libro. Lo único que me llevo de esta lectura es, como os he dicho antes, la virtuosa semántica del autor y su conocimiento.
Os recomiendo la lectura como aprendizaje a la hora de escribir, como lector, mejor veis la película y os ahorráis el tiempo.
Mi puntuación es de 6 sobre 10, por respeto simplemente a su premio Nobel.