Un día de furia lo tiene cualquiera

Afronto esta idea con una mezcla clara y concisa, aunque suene incoherente, de miedo y valor. Voy a abrir mi corazón de par en par, a pesar de que hace unas noches me planté delante de la cámara del móvil y me puse a vomitar todo y cada uno de los pensamientos desordenados que mi cabeza fue produciendo entre la rabia y el amor, sin guion alguno. La imprudencia es amiga del demonio y poca consejera de la razón. El amor por la literatura y la rabia por la insolencia, son dos hojas de doble filo y en demasiadas ocasiones, mi ímpetu se deja gobernar por ellas. Ese querer que nace en una habitación cualquiera, de un crítico anónimo o un impotente cobarde, que sí, tiene todo el derecho como el que os escribe ahora mismo estas líneas de decir lo que piensa, es demasiado penoso y lo que está claro es que la educación no está reñida con estrechas miras.

Evidentemente, tal y como transcribo todo esto ahora mismo, los puristas de turno me asediaran con su bolígrafo rojo y los incondicionales de otros, escupirán sobre esta tinta virtual sus frustraciones o simplemente ese amor al que todos alguna vez nos hemos enfrentado y hasta que no nos hemos dado cuatro veces contra ese muro invisible para nuestro corazón, nuestra cabeza ha dicho basta, mientras escupía cuajarones de sensatez.

«¿Qué cojones esta diciendo este tío? Deja de divagar como llevas haciendo varios días en las redes y ve al grano. Que has creado una expectación que no te mereces por simple hedonismo egocéntrico. Las frases de autoayuda están muy bien para el que tiene menos personalidad que un playmobil».

Coño, tienes razón, amigo o hater lector. Voy al grano y lo haré con unas palabras que no son mías y que escuché hace poco en un podcast que entrevistaba al grandioso y mal odiado a veces, Arturo Pérez Reverte: «El mundo no se rige por blancos y negros, esos dos colores no existen, el gris predomina el mundo». La cita no es exacta, aun así, creo que el concepto se entiende.

Vivimos en un mundo en el que todos nos creemos que la libertad de expresión consiste en condicionar la opinión de los demás con moralismos baratos, filosofías de medio pelo copiadas de páginas huecas o redes aleccionadoras y dejamos de lado el pensamiento propio y crítico…allá voy. A todos nos encantaría tener un cuerpo diez, una salud férrea y una alimentación adecuada. Mierda, que putada, yo soy feliz todavía tal y como soy, aunque a veces me joda que no me entren los pantalones. Hoy día tengo jeans de gordo y flaco…solucionado, otro libro que me ahorro.

Lo siento, de verdad, no trato de excusarme detrás de tanta palabrería, pero no sé cómo decir con tacto que el mercado editorial se ha abierto tanto de piernas en los últimos años, que hay cosas por ahí que no deberían de haber salido de un cajón. Creo que no todo el mundo tiene derecho a publicar y que aquellas personas que lo hacen, deben sopesar con anterioridad los pros y contras con respecto a la falta de respeto que pueden cumplir contra ese amor que tanto publicitan por las redes hacia la literatura.

No os adelantéis a mis palabras…os habla un don nadie. Un maestro de nada y aprendiz de todo. Alguien al que le han comido la oreja con bonitas palabras y aun así, vendiendo una mierda, no se cree ni pedo antes de llegar a la consistencia que puede darte una plasta de caballo. Seguramente muchos, y lo digo por experiencia propia, me volverán a psicoanalizar después de esta pataleta, argumentando sin conocimiento alguno de mi persona, que mi falta de seguridad y complejos varios, me hace atacar a los demás. Nada más alejado de esta galaxia. Habla el amor.

Equivocados estáis, queridos y queridas. No niego mi parte de culpa a la hora de darle mil vueltas a una idea y no estar segura de ella hasta que la lanzo, pero jamás me quedo con ella dentro. A las pruebas me remito con este artículo. 

Evidentemente, esto solo es una opinión, nada más. No es ni siquiera mi verdad, la certeza de un hombre o mujer es tan solo el principio de una idea que puede convertirse en fascismo barato. El debate sano, es el arma con la que los justos derrocan corrupciones impuestas por mentes mediocres y yo no estoy aquí para enseñar a nadie. 

Por desgracia, hay mucha gente que no lee y mucha más que se sorprende día a día de la cantidad de gente que escribe. Las últimas novedades literarias han tratado y conseguido, convertir este mundo en un mero negocio, donde la carta es tan amplia y variopinta como un desfile de monos de colores.

Géneros olvidados y suplantados por subgéneros adecuados al mundo del aquí y el ahora que nos imponen desde las altas esferas ese uno por ciento del uno por ciento. Consumir a toda costa. A los libros sin fondo, se les llama libros ágiles. Literatura específica para ese nuevo lector sectario que busca leer al día solo cuatro páginas y sentirse dentro de la secta. Vuelvo a repetirme, no os apresuréis a ponerme frente al paredón, es un recurso tan válido como el que más y hasta cierto punto necesario, sin embargo, la cantidad no esta reñida con la calidad y eso se ve a leguas entre las líneas de cualquier libro de medio pelo que vende ejemplares como churros.

Sustancias cimentadas con un solo fin, crear adicción. Amasar ventas y futuras series streaming, no es literatura. Ganar un sueldo digno vendiendo palomitas revenidas, no es literatura. No digo que no tengas derecho a considerarte escritor o junta letras por vender lo que tienes dentro, claro está, siempre que sea tu oficio y no hobby. Mucho menos por no haber leído ningún clásico de la literatura mundial, aun así, te puedo asegurar que refugiarte en ellos es la mayor fuente de aprendizaje en la que puedes calmar tu sed.

Tanto por privado, como en mis directos con autores y autoras, he tenido la posibilidad de aprender tanto de mis errores como de los suyos y disfrutar de la sapiencia que a cada uno de ellos les ha otorgado las miles de páginas que han leído en su vida. Por favor, no tengas la osadía de intentar escribir un libro sin apenas leer. Es como el que quiere ser actor porno y tiene un problema de eyaculación precoz, más clara la agüita del río.

¿Crees que es fácil ponerte delante de un ordenador o una libreta y vomitar lo primero que te salga de esa nuez carnosa que tenemos por cerebro? Házlo campeón o campeona. Para algunos lo será, para otros no. No hay un método único de trabajo para desarrollar una novela, cada uno tiene una maleta diferente de herramientas y ni yo ni nadie tiene la capacidad juiciosa de ser el verdugo de nadie, aunque todo tiene un límite. 

Hay personas que saben aprender de sus errores y agradecen hasta la saciedad los consejos de un absoluto desconocido, otros sin embargo son pequeños «Cervantitos» que no ven más allá de sus followers o likes y esos son precisamente los que más tienen que aprender. Porque una historia necesita algo más que contenido, es como si tratas de ver una película de terror con un fondo blanco o viceversa, un escena descrita al milímetro y unos personajes más vacíos que tu cartera cuando llenas el depósito de tu coche. El ejemplo no es correcto, esclarecedor seguro…un solo jugador no gana un partido. Utilizar palabras técnicas no exime de tus carencias. Estructura sin cimientos, patina de colores escasa para describir a personajes complejos, escenarios vacíos sin datos para el lector, adoctrinamiento de conceptos adquiridos de oídas sin criterio propio y lecciones sin batuta. Me cago en la leche, que de Velázquez para tan poco lienzo. A veces me siento un Salieri de la vida.

Ahora, vamos a meternos con esas máquinas de hacer dinero y que tratan a los escritores como simples herramientas. Quizás eche piedras en mi propio tejado, pues no soy autor indie. Señores editores, no sois nadie sin aquellos que plasman su corazón en unas hojas. Sí, podéis poner las armas en sus manos, el gatillo lo aprieta el que teclea. De una forma más burda, con buena polla bien se folla. El tamaño no importa si la «dicha» es buena, eso es indiscutible, por eso creo que es necesario que haya un mínimo de calidad en lo que se publique. Me asquea que se publiquen libros sin correcciones y os lo dice alguien que ha pasado por lugares donde se han pasado el noble y admirado arte de la corrección por los bajos del Halcón milenario. Me enfurece que un lector me mande erratas de mis libros, siento que le he faltado al respeto y a su inversión de tiempo y dinero en mí. Por suerte, a día de hoy he dado con gente tan maja que solo ha querido ayudarme en mi humilde camino. Lo mismo he hecho yo con otros compañeros de letras, aunque sea cierto el hecho de que me haya costado muchísimo el corregir a nadie. No soy un profesional de esto. Desde aquí, el aplauso más grande para los verdaderos artífices de nuestro triunfo, comedido o inmenso, los correctores. Para mí, el olimpo se os queda pequeño. 

Gracias a los dioses, el porcentaje de almas buenas siempre será más grande que de latidos ennegrecidos. La podredumbre es la piel que cubre al mediocre, ese cobarde que como he dicho mil veces, se esconde tras un perfil falso. Todos somos escritores, guionistas, directores de cine, periodistas, políticos, entrenadores de fútbol y la madre que nos parió, pero solo unos pocos se van de este mundo con la convicción o tranquilidad de haber cumplido su sueño de una manera u otra. 

Yo, el más iluso del mundo, me iré de este mundo sin ser nadie. Ay, amigo, me iré como tú, pero cuando muera, mis hijos, mis nietos y las generaciones venideras podrán leer mis historias. Ese legado no me lo va a quitar nadie. ¿Tú, qué tienes?

Esto me da pie para encarar el último apartado de este artículo. Ese  espécimen que utiliza su encefalograma plano para copiar la viveza, inquietud y emprendimiento de aquellos y aquellas que quieren dejar un eco en la eternidad como Máximo Décimo Meridio. No, nos equivoquemos, todo esta inventado, no por ello la innovación debe ser el Commodo de turno. Las marcas blancas se inventaron por ello ¿no?

¿Jode? Al revés, si alguien te copia es porque algo estarás haciendo bien. Yo mismo cojo conceptos de otros y los amoldo a mi forma de trabajar, mi personalidad y mis ganas de innovar. Me gusta reflejarme en mis ídolos y no ser el espejo de nadie. Ayudar, todo lo que me sea posible. Por otra parte, reírse en mi cara e insultar mi inteligencia, no gracias. No soy catedrático, tampoco imbécil. No soy el único que ha sufrido dichos «robos». Conozco a infinidad de personas y todas ellas han soportado lo indecible por llegar a donde están. El éxito no tiene un baremo o cuantía de satisfacción para el que lo busca, si persigues eso sin disfrutar por el camino, ten por seguro que llegado el día, por muchos «me gusta» que consigas, tu vida se volverá tan perecedera como la del club de los 27. Por ello, creo que es lícito copiar al compañero, pero sin pisarlo o ponerle piedras en el camino.

A día de hoy, estoy absolutamente convencido de que no vendo ni la mitad de los libros que podría vender, no solo por mi limitación en el mercado digital, que es evidente. Suma a esto las campañas que se han hecho contra mí en ciertos foros, intuyo hasta brujerías, fijaos lo que os digo. Ojalá me equivoque, ya que no soy nadie y no me considero digno de dicho calificativo. Una persona muy sabia tenía pegada a sus labios un dicho que pocas veces me ha fallado en la vida: «Piensa mal y acertarás». Quizás no al cien por cien…quizás.

Tranquilo, que no he venido a dar pena. Tómate algo de mi parte y relaja la bilis.

En resumidas cuentas, moriré siendo yo hasta el final de mis días y si con este artículo, mi tumba ya esta cavada hasta la mitad, hoy me he encargado de abrir nuevos turnos para terminar el agujero. Poneos en fila después para echar vuestro granito de arena, que mi sueño eterno va a estar libre de conciencia…total, voy a pedir que me incineren y me tiren al mar de Cádiz.

  2Comments

  1. Oriol   •  

    Cuanto menos, buen ejercicio de plasmar tus ideas sobre el estado actual del mercado de la lectura, escritores y lectores.
    Amplio análisis lleno de «furia» que como ejercicio de transferencia, espero te haya sido útil para aliviar carga.
    Puedo estar en acuerdo y en desacuerdo con lo que dices pero como me pasa a mi también, lo que nos pierde son la forma de decirlas.
    Interesante artículo que estoy seguro, generará polémica.

  2. Mary   •  

    «Lo importante es que hablen de ti, aunque sea bien». Salvador Dalí

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