Reseña de «Rey blanco» de Juan Gómez Jurado

¿Obligación? ¿Compromiso? No, señoras y señores, esta reseña es a día de hoy un gustazo en todos los sentidos. «Hablar de Juan Gómez Jurado, es hablar de éxito asegurado», sí, puede sonar a frase hecha, pero la realidad es que si faltaba alguien que este autor se metiera en el bolsillo, con esta saga que él mismo dice que le ha llevado doce años lo ha conseguido o lo hará si se atreve a conocer a uno de los personajes más fascinantes que he conocido en los últimos años.

Antonia Scott es sinónimo de irreverencia, de sagacidad mordaz sin aditivos, sin copia y pega. Pura inteligencia, tildada de toda esa magia que ya os dije en mis anteriores reseñas sobre «Reina roja» y «Loba negra» dejé clara, la bendición de Holmes y su querido amigo Watson, en este caso en la piel de un vasco fornido, gay y chistoso Jon Gutiérrez al que ya muchos adoramos como lo hace Antonia. ¿Podemos darle también un cierto toque Poirot? Puede ser, pero en mucha menor medida, pues la extravagancia de Scott bañada con pequeños y suculentos toques de su incapacidad para el humor o la ironía emulan incluso a veces al gran Sheldon Cooper, dejando al detective de Agatha Christie en otro nivel más puritano.

Que me perdone el autor, no quiero comparar a nadie con Antonia, ella es única y como tal la amamos. Es por ello, que un ser tan inteligente necesita de su antagonista, su némesis. Aquí es dónde definitivamente en esta tercera entrega, por fin aparece en escena su Moriarty, que tan MAGISTRALMENTE, nos deja caer el autor madrileño en una escena memorable de «Rey Blanco» que no os pienso contar. Chapó, Juan.

Sabéis que a mi me da mucha rabia devorar libros. Me gusta saborearlos como un buen vino y su correspondiente tapita de queso y jamón. Imposible con este autor. Su forma de escribir, tan hábil, penetrante y absolutamente dependiente, te comprime el alma en cada capítulo. De esos, cortitos y al pie, poniéndote una zancadilla al final del mismo para terminar diciendo: Venga, otro más.

A mí, «Rey blanco» me ha durado una semana, porque me he negado a leérmelo en tres días como sé que lo ha hecho alguna amiga mía y lectora empedernida. Me dijo que necesitaba hasta un colirio. En fin, que si con estás palabras no os convenzo de leer a Juan Gómez Jurado, es que sois más duros e insensibles que la carne de un corzo a palo seco.

«El final solo es el principio». Esta puñetera frase te la mete doblada y sin calzador desde la firma del libro y te quedas con el ansia hasta el último renglón de la novela sin saber si definitivamente nos vamos a quedar sin seguir las andanzas de nuestra querida Antonia y amado Jon. «Rey blanco» confirma por fin las sospechas que durante años de lucha contra viento y marea luchó la pobre de Scott cuando su marido y ella fueron atacados por el asesino más despiadado y listo del mundo, el señor White. Menudo hijo de mil…Para colmo, la pesadita de Sandra es su adalid y va dejando su sello por todas partes.

Esta vez, Mentor, el jefe de nuestros protagonistas es informado de que todas las «Reinas rojas» de otros países van cayendo de una manera y otra. Para colmo, como ya sabéis todos, empezamos la novela con el rapto de Jon y la búsqueda desesperada de Antonia.

No quiero destriparos nada más. Solo aseguraros que le vais a coger un cariño atroz al tal White, tanto como a la asquerosa vecina de la serie de «La valla», el que la vea entenderá esta ironía.

Por mi parte, he recomendado a propios y extraños, no solo a través de estas reseñas, que lean esta saga. Sino que ahora para colmo me he enterado gracias al autor que hubiera sido un puntazo que hubiera leído antes «El paciente» y «Cicatriz». Lo haré, Juan. No solo te lo prometo, sino que las conseguiré firmadas a pesar del bicho este, igual que tengo dedicadas las otras tres.

Quienes lo seguimos, sabemos que Juan no da puntada sin hilo. Incluso hasta en los títulos de esta «trilogía», nueve letras cada una y las portadas…una, dos y tres personas en cada una de ellas. Detalles que nos deja su mente privilegiada como me decía el otro día una amiga.

Una pasada de historia que nos pone a contrarreloj toda la lectura y pensada al milímetro como cada uno de los pasos que van dando los buenos y los malos. Personalmente sería un gustazo verla en cines, aunque según fuentes fidedignas, el autor en alguna entrevista a dicho que no está muy por la labor. El casting tendría que ser muy especial. No todas podrían ser la cari de Jon ni el «no gordito» de Antonia.

Estarás harto de oírlo, querido Juan, pero yo me repito: Gracias por regalarnos esta historia, estos personajes y la ansiedad de leer hasta cocinando, por no decir algo más escatológico. Mi más sincera enhorabuena. Eres ese espejo mágico en el que me gustaría verme reflejado.

Mi puntuación es de 9,5 sobre 10.

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