Reseña de Un animal salvaje de Jöel Dicker

¿Objetivo? Lo siento, yo no puedo ser imparcial con este autor. Ya lo sabéis todos. A día de hoy solo me faltan por leer de su bibliografía su primer trabajo novelístico, Los últimos días de nuestros padres y su primer relato El tigre que con apenas 19 años presentó a un concurso que no ganó porque los jueces consideraron que había plagiado, ya que era imposible que con esa edad pudiera escribir tan bien. Sobran comentarios.

Yo lo descubrí con La verdad sobre el caso de Harry Quebert gracias a un amigo y desde entonces, soy fiel lector de su trabajo. No todos sus libros me han gustado por igual, pero todos tienen ese componente que algunos llaman Dicker y que a mí me atrapa desde la primera línea.

En este séptimo trabajo se desmarca un poco de la novela negra clásica y aun así, nos regala una novela trepidante llena de misterios e intrigas costumbristas con un desarrollo de personajes que rasgan la perfección y sin una sola hoja a la que podamos darle el trato erróneo en ocasiones de relleno o paja.

Todo ocurre por algo y como siempre, Dicker se caracteriza por marcar muy bien los tiempos no solo de la narrativa, sino de su consabida obsesión por fechar cada uno de los eventos que la trama necesita para comprender al perfección lo que nos quieres contar y ocultar…

Como os he dicho antes, esta historia no comienza con el típico asesinato y sin embargo, quieres saber más de cada uno de los personajes que conforman un goteo incesante de clipbait literarios. Capítulos cortos, condensando la información justa para empatizar con los protagonistas y el corto elenco de secundarios que lo componen. Un detalle que destaco por encima de todo.

Vamos al lío…Un animal salvaje nos cuenta la vida de dos familias. Una, la idealizada por todos y la otra, la típica que todos tenemos y que se acerca a la cotidianidad que todos vivimos. Esos últimos envidian la de los otros, pero no es oro todo lo que reluce. Para colmo, todo gira alrededor de un atraco que se va a perpetrar en una joyería de Ginebra y que no se aleja para nada de este cuarteto del que os hablo.

Greg y Karine son un matrimonio convencional con dos niños. Él, policía secreto y ella una dependienta de una tienda de zapatos. Por el otro lado, están Arpad, empleado de éxito en un banco y su mujer, Sophie, una preciosa abogada cuyo carisma y sexapil que no deja indiferente a ningún hombre, incluso a ninguna mujer, pues por un lado Karine la admira y envidia su vida; y por el otro esta Greg, que esta obsesionado con ella hasta el extremo de espiarla por las noches desde los alrededores de su preciosa casa de cristal.

Es a partir de este enloquecido capricho, que la trama empieza a complicarse con la aparición de un tercero en discordia que pondrá patas arriba la vida de todos con un regalo para la hermosa Sophie. Nada es lo que parece y las mentiras y traiciones empiezan a aflorar en cada página como si grabáramos en time-lapse el florecer de un árbol en plena primavera. El pasado siempre vuelve y en esta ocasión tiene intención de quedarse y arrasar con todo.

Creo que ha sido la primera vez durante la lectura de una novela, en la que no sé con que personaje quedarme. Todos están salpicados de varias tonalidades de grises y es por ello, que hace que la historia sea creíble, porque cada uno de sus pensamientos, sueños y deseos pueden habernos pasado alguna vez a nosotros por la cabeza. No niego que tenga algún que otro cliché y que en cierto modo pueda ser otra típica historia de robos, mentiras y demás, pero a mi en ciertos giros me ha sorprendido.

Es mu difícil no caer en spoilers con esta novela, ya que cada una de las subtramas que se van descubriendo durante la lectura son los ingredientes ideales para que no dejes de leer y quieras seguir desenmarañando el telar que Dicker a plantado ante tus ojos y que te ciega completamente. Es un artista del despiste y cuando crees que le has pillado, te la vuelve a colar por la escuadra. Giros que te hacen abrir la boca de par en par y enredos que te explotan la cabeza. Con viajes a un pasado absolutamente necesario en el que poco a poco, conseguiremos cortar los hilos que nos fue tejiendo el autor suizo.

¿Es por ello que la lectura me ha durado a penas quince días? Para algunos eso es mucho, para mí denota que la he gozado como un cochino en una piscina de barro y he buscado cualquier excusa para sentarme hasta en el vater para huir de los niños y leer más y más.

Gracias por estas historias al autor y gracias por recordarme lo bonito que ese leer. En la próxima Feria del libro de Madrid, espero que este firmando ejemplares de esta novela y terminar de completar la mitomanía que me invade con cada uno de sus nuevos trabajos.

Mi puntuación es de 8 sobre 10.

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