Reseña de «Rabia» de Stephen King

Que a estas alturas yo haga una reseña sobre esta novela, conlleva dos handicaps en mi contra. Primero, todos o casi todos ya conocen la famosa historia que se esconde tras este título y lo que significó para el autor. Escrita bajo el seudónimo de Richard Bachman tras la acusación populista de su abarcamiento del mercado por su prolífica capacidad para parir libros y la prohibición por parte de King de no volver a editarla jamás después de los acontecimientos acaecidos en diferentes años y épocas en institutos de su país, su fama ha trascendido a los largo de las décadas posteriores para los amantes del autor de Maine.

Como hoy en día es absolutamente imposible hacerse con un ejemplar, debo confesar que he pecado y he tenido que recurrir a páginas piratas para poder leerla. Pido perdón por ello, pero no creo que al rey del terror le moleste. Necesitaba sacarme la espina de devorar esta novela y comprender el por qué a muchos les apasiona y a otros le repugna.

Publicada cuando yo apenas tenía 4 meses de vida allá por septiembre de 1977, Rabia destapa con una facilidad abismal y a través del terror psicológico, las vergüenzas de una sociedad educativa que a pesar de los años pasados, sigue siendo la misma. Por desgracia, lo vivido en estas 211 páginas es totalmente atemporal y su mensaje no ha sido recibido como es debido por más de uno. Sobre todo, por esas almas solitarias, maltratadas e incomprendidas por una mundo que no sabe ver más allá de los actos de un pobre joven. Si a día de hoy no somos capaces de captar y comprender que los problemas de un chaval son igual de importantes que los tuyos por muchos palos que te haya dado la vida, seguiremos hundiendo a las nuevas generaciones al ostracismo de esas cuatro paredes que les proporcionan todo lo que necesitan navegando por la red de redes.

Charles Everett Decker, el protagonista de este diario lleno de crudas y voraces confesiones, se libra de la modernidad de hoy en día, de lo demás no. Eso es y seguirá siendo vigente mientras el mundo sea mundo. Vamos a contar un poco de que la historia de este estudiante de Placerville High School en la ficticia Placerville, Maine.

A primera hora, Charlie es llamado por el director para hablar de un incidente de hace dos semanas en el que casi mata a su profesor de Algebra cuando este le ridiculiza delante de la clase y el chico decide que su cabeza no esta en el sitio adecuado y trata de colocársela con una llave inglesa que siempre lleva escondida en la parte trasera de sus pantalones. El caso es que la conversación con el director se caldea y tras ser expulsado Charlie se dirige a su taquilla y coge un arma (robada a su padre), que tenía escondida en su taquilla y decide secuestrar a su clase.

No pienso contaros nada más. Ni quien muere, ni quien vive por supuesto. Sin embargo, me es imposible el no hacer una mención especial a la reacción tan variada, desproporcionada e irreal de los rehenes de la clase y desarrollando claramente el típico Síndrome de Estocolmo. Todo a causa de la serie de confesiones personales que hace Charlie sobre sus padres, vivencias y pensamientos personales que se acogen o más bien, se agarran al inconsciente colectivo de cada uno de sus compañeros y los tambalea de un lado a otro sobre esa cuerda que los mantiene en vilo sobre la cordura tratando de no caer en ese suelo sin red donde reposa tranquilamente los inexistentes valores que Charlie ha perdido gracias a la educación y maltrato de sus padres y el mundo que le rodea.

No os confundáis, Charlie es un chico muy inteligente. Tanto, que yo diría que su capacidad de manipulación es más peligrosa que el arma con la que amenaza a sus compañeros. El sexo, como es evidente, está muy presente en sus conversaciones. Sus miedos, sus esperanzas y por encima de todo, sus frustraciones. La empatía se diluye en cada página que lees y King llega a conseguir que al mismo tiempo, comprendas a Charlie y te de pena el que se supone que es su antagonista, Ted (alumno de su clase).

Es cierto que a veces, por muy culto que sea Charlie, parte de los diálogos del chico no suenan creíbles por el lenguaje utilizado. Al estar escrito en primera persona, te empapas de toda la mierda que el protagonista ha tenido que padecer y sientes a veces que es normal que llegue a esos extremos (coged con pinzas este comentario y no llaméis a las autoridades para que me encierren; a todos alguna vez nos han dado ganas de cargarnos al tocapelotas de turno). Será por eso que yo me desahogo cargándome a cientos de personas en los videojuegos o en mis novelas. Tranquilos, no voy a pasar de ahí.

La lectura de esta novela ha sido casual. A tramos cortos. Aprovechando que dormía al pequeño durante las siestas de sobremesa o en las noches, abusando de la tenue luz que te proporciona un ebook y su frío tacto. Ya sabéis que jamás cambiaré la intimidad y el calor que me proporciona el ir pasando páginas de papel. No por ello, el viaje ha sido diferente. Me he divertido y traumatizado por partes iguales durante el descubrimiento de los muebles que se amontonaban en la cabeza de Charlie. Concienciado aun más de lo necesario que es nuestro papel como padre para brindar un futuro a nuestros hijos lleno de valores y comprensión hacia el prójimo, pero por encima de todo, borrar los prejuicios de sus mentes y proporcionarle las armas suficientes para afrontar la vida con optimismo y seguridad ante lo que se les ponga por delante.

Quizás me haya quedado una reseña demasiado filosófica «copia y pega de Facebook» o de psicología barata de Instagram. Es lo que tiene haber leído este libro siendo padre de una jovencita de casi veinte años de la que me siento muy orgulloso por sus valores como ser humano y el convencimiento de que haré lo mismo por su hermana de cinco añitos y su hermano de 17 meses.

Gracias maestro. Gracias una vez más por desahogarme con una de tus locuras y dejarme hacerlas mías. No puedo pasar una año sin leerte y temo el día en que te siga leyendo y tú ya no estés. Aunque nunca llegue a conocerte.

El maestro, mi maestro.

Mi puntuación es de 9 sobre 10.

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