«Una nueva historia» Capítulo 6

Parafraseando a mi adorado personaje ficticio de Marvel, Iron Man en Endgame: Parte del viaje es el final. Después de casi un mes navegando en mi cabeza, el pasado domingo 31 de agosto cerré esta historia. Hecha solo para ti y con el objetivo de hacerte disfrutar…Espero que el final esté a la altura de tú seguimiento, cariño y apoyo.

¿Seis?

¿Por qué? Las dos palabras más repetidas en una pregunta. Todas en esta vida la poseen y la mayoría de ellas no tienen una respuesta plausible. Yo os formularía otra ¿Existe la verdad? Cada uno la amoldamos a nuestra imagen y semejanza, sin importar precisamente ese por qué. Cuando uno juega con los hilos del destino, solo tiene dos posibilidades: Salir indemne o enredarse entre ellos hasta provocarte la asfixia…casi nadie se libra.

Juanma pagó sus errores… y Verónica, ¿No creéis que ella también debe ser juzgada por el destino y sus juegos? Vamos a ver, que pasa…

Notaba algo en el ambiente. Nunca fue una persona supersticiosa, creía solo en la imagen revolucionaria de aquel hijo de carpintero, nada más. Aunque es cierto que se dejaba influir con demasiada facilidad por las consecuencias de sus propios actos. La inseguridad era la parte principal de su ADN, hasta que conoció a Juanma.

Su “Milla verde” se convirtió en un reluciente sendero lleno de posibilidades. Con él, no le temía a nada ni a nadie y afrontaba la vida con toda la seguridad otorgada por el amor. Por desgracia, los cuentos son eso, solo cuentos, y hasta llegar al banquete de perdices, los baches y la falta de numerosos adoquines relucientes, fueron escollos duros de afrontar entre su incapacidad de decisión y los continuos envites de Juanma. Su competitividad, su dominio absoluto de la verdad y sus celos.

El día del engaño fue el más difícil para ella. Jamás había mentido al amor de su vida, ni siquiera de pensamiento o en brazos de la somnolencia. Sus suegros fueron la piedra fundamental que sostuvo toda aquella mentira y el cariño procesado a través del tiempo, fue suficiente para intentar darle una lección a su hijo y hacerle abrir los ojos de una vez por todas. Lástima, el ser humano nunca aprende, pues nada sale como planeamos…

‒No puedo hacerlo, Ramón. Hay algo dentro de mí que me dice que esto no está bien.

‒Eso es solo miedo, querida o alguna de esas mierdas con las que te alimentas por las noches. Tanto yogur natural con frutas no puede ser bueno. Donde esté un cacho de lomo con queso…

‒De ser así. ¿Por qué Carlos no ha querido tomar parte en esto, Elisa? ‒dijo la joven encarando a su suegra.

‒Es demasiado soso y, a pesar del cariño que te tiene, sabes cómo se las gasta con tu novio. Son como el agua y el aceite dentro de un recipiente. Sinceramente, prefiero mantenerlo alejado de todo esto.

Quién sabe, si el hermano mayor de Juanma hubiera participado, ahora no habría que lamentar tantas cosas…

‒Según los cálculos de Ramón, Juanma no habría tardado menos de dos horas en llegar a pie hasta Sad Hill. A estas alturas ya debe de estar aterrorizado por lo que ha visto. Desde luego, se nota la afición de su padre por el cine y los libros de terror. Si soy yo la que ve ese brazo colgando del árbol y me quedo tiesa allí mismo al instante.

La leve lluvia que cayó con anterioridad, fue suficiente para que Verónica tirara  por la ladera norte de aquel sendero como un zombi. A pesar de llevar el calzado apropiado, el barro empezaba a desdibujar los colores grises y rosas de sus botas de senderismo e incluso a calar levemente sus calcetines térmicos. Su respiración no iba al compás de sus pasos y aunque no estaba hablando en voz alta, era como si el aliento se ocultara tras su espalda y jugara al escondite. Un pinzamiento se hizo cargo de su riñón derecho, se notaba mucho el tiempo sin hacer nada de ejercicio desde que le asignaron aquella cuenta en el bufete. No había que ser ingeniero de la NASA para darse cuenta del espectacular sabor dado por este detalle a la receta de su especialidad: “Fondue de sentimientos y apetito sexual con una base caramelizada de horas extras en el trabajo”. Lo justo y necesario para fomentar las últimas broncas con Juanma, que ya empezaba a fabular con un compañero del trabajo como amante comprensivo y cariñoso. El aderezo perfecto.

Esa fue la última hoja otoñal que cayó del árbol fornido de su joven amor. La misma noche de aquella última bronca, vagando por la calle sin rumbo fijo y dejándose llevar por los dibujos caprichosos que dejaba la lluvia en la capital burgalesa, un coche le dio las largas. Era Ramón.

El hombre volvía a su casa después de la típica partida de cartas con sus amigotes del trabajo, y aunque llevaba dos cervezas demás, se le descompuso la cara cuando Verónica le contó lo ocurrido con el necio de su hijo. Sin apenas respirar y asimilar los hechos, miró a su yerna fijamente a los ojos y con el aliento apestándole a cerveza, le dijo palabras textuales: “Se va a cagar”.

Este lugar posee una mezcla extraña de misterio y desaliento. A pesar de ser ficticio, es como si notara un olor nauseabundo en el ambiente…espero que no haya sido una parte improvisada del atrezo de Ramón. No quiero vérmelas con ninguna asociación cultural o estamento oficial.

¡Dios! No es lo mismo ver esas dos pistolas a través de la caja tonta, que en persona.

En ese momento de inquietud personal, no estuvo muy segura, pero creyó escuchar unos leves murmullos quejumbrosos, parecía que la tierra húmeda hablara denunciando su dolor por culpa de una humanidad maltratadora. Aquella oscuridad, la quietud y soledad del páramo, empezaba a mermar dentro de sus tripas y no por que tuviera hambre.

Ramón me dio instrucciones muy claras. Si quería rematar aquella lección con una buena rúbrica, debía esconderme hasta el último momento y darle a Juanma la estocada final con una aparición fantasmal.

‒Llévate una muda limpia para mí hijo, su esfínter va a dar más saltos que un canguro cuando te vea aparecer de una pieza.

Mi suegro es un verdadero hijo de la gran…‒no pudo evitar sonreír.

Le duró muy poco. Agazapada, como una leona esperando paciente a su presa, fue yendo de cruz en cruz hasta el lugar donde horas previas, Ramón y ella habían cavado las tumbas. Cada metro que avanzaba, su corazón iba emitiendo un ritmo progresivo y acelerado de sus latidos. Juanma debía estar en esa zona. De pie, sentado o tumbado si acaso, pasto de un schock brutal, pero en esa zona. Trató de calmarse así misma pensando en el camuflaje natural de la noche, sin embargo, dejó la estrategia sorpresiva y se puso de pie. Irónicamente, ella fue la que se convirtió en un canguro y empezó a dar saltos hasta las tres tumbas. Cuando llegó, el escenario era aterrador…

De una de las tumbas salía una mezcla nauseabunda de vómitos, heces y un rastro de sangre coagulada que se perdía por el lado contrario al que ella había venido y en dirección hacia el trozo de plástico que no dejaba de vascular sobre aquel árbol tan tétrico. Los músculos de su garganta empezaron a contraerse, el pinzamiento volvió a aparecer, pero este se acomodó en todo el estómago, lanzando unos impulsos dañinos hacia su corazón.

¡¡Juanmaaaaa!! ¡¡¿Dónde estás?!! ¡¡Háblame!!

El pánico eclosionó en sus mejillas bañadas de lágrimas y sobre sus labios temblorosos. De nuevo, aquel murmullo. Esta vez más claro, más cercano. Gutural, ronco y lleno de súplica. Corrió, y a pesar de la urgencia, no puedo evitar ver como algunas cruces se habían caído y sobre ellas reposaba aquella sangre que salía de la tumba y se había convertido en el rastro gore de su particular cuento de Hansel y Gretel.

¡¡Juanmaaaa!! ¡¡Dime algo, por Dios!!

No hizo falta. A apenas dos metros más adelante, el cuerpo de Juanma yacía boca abajo. El olor era lo de menos en esos momentos. Su ropa se había convertido en un amasijo de barro, mierda y sangre, pero Verónica el único asco que sentía era de sí misma y de lo que le habían hecho al amor se su vida.

Cayó de rodillas, junto al cuerpo. Su mano izquierda empezó a extenderse con lentitud, temblando como un pajarillo recién nacido y con la esperanza de que Juanma aún respirara. Dos toques, Juanma no respondía. Ayudada por su mano derecha, metió ambas por debajo del brazo izquierdo y del estómago de Juanma para intentar darle la vuelta, el tacto embarrado, sucio y maloliente no denotaba ningún tipo de vida bajo aquel chaleco azul impermeable. Tras una leve balanceo y cuando empezó a darle la vuelta al cuerpo, una mano agarró su muñeca y tiró de ella hacía Juanma. Este le miró desde suelo, con la cara borrada por la sangre y le gritó: ¡¡Verónicaaaaaa!!

‒¡¡Veronica!! ¡¡Verónica!! Tierra llamando a Verónica. Cariño, ¿estás bien?

En ese instante, la chica pelirroja dio un salto automático hacia atrás y casi se cae de la silla si no es porque su prometido, Juanma, la tenía agarrada de la muñeca derecha cuando este trató de despertarla de su “pequeña letanía”.

‒¿Qué…qué ha pasado? ‒preguntó ella desorientada y con el rostro lechoso por el susto.

‒Cariño. Sé que te aburren mis historias, pero podrías poner un poco de interés en las cosas que te cuento.

‒Perdona, no sé qué me ha pasado.

‒Yo sí que lo sé. Esa cuenta va a acabar con nuestra relación. Me has dejado solo a cargo de toda la organización de la boda y tú solo tienes ojos para tu bufete.

Verónica estaba desconcertada. Estiró el brazo hacia el vaso de agua que estaba frente a ella en aquella terraza para calmar la sequedad de su garganta y sus labios acartonados. Estaba frente a la majestuosa Catedral de Burgos. Parecía que se había despertado de un sueño eterno o más bien una pesadilla. Aunque algo en su interior le hacía pensar que aquello sí que era un sueño y se iba a despertar en el hospital, junto a sus suegros y con la mala noticia de que Juanma había muerto.

‒Amor, por favor. ¿Seguro que estás bien?

‒Creo que sí ‒dijo ella.

Sin poder evitarlo, le miró a los ojos, esos que sonreían sin quererlo siempre y le daban toda la vida que necesitaba. Fue entonces cuando comprendió que todo había sido una alucinación suya. Se acercó a él, le tocó la mejilla con suavidad y probó sus labios con un leve sabor amargo por la cerveza que se interponía entre ellos.

‒Gracias por existir, mi amor.

‒¡Ay, Verónica! No me digas eso, que sabes que me emociono con nada. Y no me cambies de tema. Dime que te parece la idea que te he comentado.

‒Refréscame la memoria.

Juanma frunció el ceño y olvidando rápidamente el lapsus mental de su novia, le contó su idea… de nuevo.

‒Como te decía…Había pensado escribir un relato nuevo en mi web, con la idea de animar un poco las ventas de mis novelas. Últimamente no tengo ganas de nada y se me ocurrió esto: Un joven, tras la pérdida de su prometida y por una promesa personal, visita el cementerio ficticio de Sad Hill, ese que tanto nos gusta a los dos…El problema es que cuando llega allí, encuentra una tumba vacía con su nombre. ¿Cómo lo ves?

Verónica se quedó durante dos segundos petrificada y cuando volvió en sí le contestó:

‒Mientras no salga ningún brazo colgando…

FIN

  3Comments

  1. Anónimo   •  

    Un final inesperado, pero me encanta, me he reído y todo.
    Creo que ha sido una gran aventura está forma de narrar, amena, a veces intrigante y otras ansiosas. Me ha gustado mucho.

  2. Rocío Lavie   •  

    Un final inesperado, pero me encanta, me he reído y todo.
    Creo que ha sido una gran aventura está forma de narrar, amena, a veces intrigante y otras ansiosas. Me ha gustado mucho.

  3. Mónica Covacho   •  

    Un final que te deja con buen sabor de boca. Me alegré de que sólo fuera un sueño. Si me pasa a mi, no despierto, seguro. Me ha gustado y he pasado un buen rato leyéndole.

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