Reseña de «El reflejo infinito» de Carlos Arroyo Cobos
De alguna manera u otra, todos los que leemos, nos hemos dejado llevar por la magia de los libros y nos hemos creído, o más bien hemos deseado ser los protagonistas de la historia. ¿Qué pasaría si ahora mismo alguien te dijera que tu vida no es real, que eres parte de un libro? ¿Y si encima parece ser que eres un vulgar personaje secundario y no vas a destacar nunca en nada? Yo personalmente, me cabrearía muchísimo.
Pues eso es lo que le pasa al «Protagonista» de este libro escrito por Carlos Arroyo. Octavio un hombre normal y corriente, amante de la lectura, un día, mientras lee un libro, se da cuenta que poco a poco empieza a mimetizarse con el entorno oculto en las páginas y de repente, todo cambia a su alrededor. Está dentro, como Neo cuando decidió tomarse la pastilla roja en Matrix, pero por desgracia para él, no es el «Elegido».
Para colmo, revive la misma escena una y otra vez, el atraco a un banco, donde es uno de esos personajes sin gracia alguna y sin el instinto de superhéroe. Por ello, decide cambiar las tornas como el genial Bill Murray en la magnífica película «El día de la marmota», pero los resultados son cada vez peor y aquí es dónde viene un giro en la trama descomunal y que para mí, bohemio dónde los haya y amante de Dumas, el autor me ganó por completo: No vamos al siglo XVII y al maravilloso mundo de d’Artagnan y Los tres mosqueteros, pero con un toque especial. Aquí el protagonista es el malvado cardenal Richelieu.
¿Os podéis imaginar lo que ocurre? No lo creo. Personalmente, para mí es la mejor parte del libro y la que hace ensalzar el ritmo de la lectura por la interesante relación de Octavio y el enemigo número uno de los mosqueteros. Evidentemente, tampoco os voy a destripar la historia, pero si deciros que me quedé con ganas de más, de mucho más. No sé si el autor tiene decidido sacar una segunda parte y por eso nos ha dejado con la miel en los labios. Particularmente se lo exijo. Octavio necesita un poco de chica en su vida…si es que es realmente su vida.
Esta paranoia creada por el autor entre miles de infinitas de posibilidades para el personaje principal, nos llega a despistar y sobre todo, al final de la historia en la que pasa algo que te descoloca, pero fundamental para cerrar el libro con brillantez.
Es lo malo que tiene ser escritor o contador de historias, que tenemos el pequeño defecto de creernos Dioses. Capaces de decidir en la vida de nuestros personajes, pero temerosos de aplicarlos en las nuestras.
El lenguaje de este libro es sencillo, pero muy rico en ciertos aspectos, lo que hace familiarizarte con facilidad con el personaje y su historia. Yo me lo he pasado bien y en pocas sentadas lo he terminado. Uno de esos libros que yo suelo llamar de «Desintoxicación», cortan el hilo de tu realidad, para mostrarte un plano agradable en el que transitar entre las palabras.
No me queda más, que dar la enhorabuena al autor y si me lo permite, darle un pequeño consejo: El reflejo infinito, merece un hermanito.
¿Te atreves a quedarte atrapado en este libro?
Mi puntuación es de 7 sobre 10.
Óscar Lamela Méndez