Reseña de «El gran rojo» de Benito Olmo

Antes de empezar, debo confesar que tengo una cuenta pendiente con Bianquetti, pues no he llegado a leer «La tragedia de los girasoles». Así que me atrevo a hablaros de este nuevo personaje que se ha sacado de la manga mi paisano gaditano, Benito Olmo.

En este caso, hablamos de Mascarell, un detective muy particular y por supuesto, con las características necesarias para ser un imprescindible en las novelas de este género negro.

Benito nos lleva al lugar en el que hoy en día reside, Frankfurt. Nos enseña de forma exhaustiva y con ese halo especial el Barrio Rojo de la ciudad, las narco salas y algunos tuburios desconcertantes. La zona «perdida» donde las malas almas se encuentran por culpa de sus elecciones en la vida. Y aquí es donde aparece la otra cara de la moneda de esta historia, Ayla. Una joven de carácter fuerte que se cruzará sin remedio con el detective por culpa de un trabajo por el que es contratado. Ambos buscan a la misma persona a través de las calles alemanas donde el escritor nos sumerge con la facilidad y habilidad de su escritura, salpicando de detalles los escenarios. Sin olvidar los detalles esenciales que necesitan los personajes para mostrarnos todas sus miserias, sueños y esperanzas en una ciudad que no da tregua.

Si a todo ello le unimos el cóctel molotov que genera en las sombras los poderes absolutos de una de las organizaciones más peligrosas del país y que dan nombre a esta novela, la diversión está asegurada.

Leída en unos diez días. Sin pausa y sin prisa, he disfrutado de todo lo que nos ofrece mi paisano e incluso con un par de giros argumentales de los que tanto disfrutamos cuando leemos e incluso en mi caso, cuando escribo, que me ha sabido como un buen postre para la finalización de un trama muy bien llevada.

Documentación precisa, al hilo de la historia y sin abusar. Un tempo bien marcado y que hace que la lectura fluya sin soporíferos momentos. Destaco el detalle de como ambos personajes se pasan la pelota entre capítulo y capítulo (cortos que ayudan al ritmo de la acción), los de Mascarell en primera persona y los de Ayla en tercera persona.

Benito Olmo consigue removernos las tripas al recordarnos el oscuro y perverso poder que ejercen los ricos contra la gente de a pie a través de algunos personajes repugnantes.

No os pienso contar nada más. Tenéis que complarla y punto.

Enhorabuena, paisano. En nada veremos en la grandes pantallas a tu primer hijo «La maniobra de la tortuga» y eso es para celebrarlo con orgullo gaditano.

Mi puntuación es de 7,5 sobre 10.

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